viernes, 4 de abril de 2008

Pedro Mir

Pedro Mir
Hay un país en el mundo

Hay
un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de anoche,
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como una ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras antiguas.
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal, fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

En verdad.
Con dos millones
suma de a vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el cantío de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio el amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar,
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor de la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruído,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido.

No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el líquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
vente veces lo digo y lo dije
son del ingenio
"nuestros campos de gloria repiten"
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arroje la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.

Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿De dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina salud del oro
Los campesinos no tienen tierra?
Esas es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.

Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador
de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano sereno
con el reloj, que lo mira con su muerte secreta,
y a la joven temprana consiéndose los párpados
en el saco cien mil y al rastro del salario
perdido entre las hojas del listero. Y al perfil
sudoroso de los cargadores envueltos en su capa
de músculos morenos. Y al albañil celeste
colocando en el cielo el último ladrillo
de la chimenea. Y al carpintero gris
clavando el ataúd para la urgente merte,
cuando suena el silbato, blanco y definitivo, que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldas
de repente, corre entre los raíles,
sube por las grúas, cae en los almacenes.
En los patios, al pié de una lavandera,
mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.
En las calles se queja en el pregón. Apenas
su pié despunta desgarra los pesebres.
Recorre las ciudades llenas de los abogados
que no son más que placas y silencio, a los poetas
que no son más que nieblas y silencio y a los jueces
silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas
y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.

¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de
sangre.
Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento.
Sangre en el efectivo producto de amargura.
Este es un país que no merece el nombre de país.
Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.
Es cierto que lo beso y que me besa
y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraidos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.

Y esa es mi última palabra.
Quiero
oirla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.

Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.

Después no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.



***

BIOGRAFIA:

Pedro Mir: Poeta, narrador, ensayista, educador, periodista, abogado, historiador, Pedro Julio Mir Valentin nació en San Pedro de Macoris el 3 de junio de 1913. En su juventud ejerció el magisterio y comenzó a publicar sus primeros textos poéticos, aun no reunidos en libro.

Se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad de Santo Domingo en 1941. Seis años mas tarde partió hacia el extranjero por razones políticas y de salud. Permaneció en Cuba casi veinte años. En la Habana publico, en 1949, su celebre "Hay un país en el mundo", poema que le daría prestigio continental.

A su regreso a Santo Domingo ingreso como Profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, dedicándose a la investigación histórica y estética, al ensayo y periodismo literarios. Por su ensayo sobre la doctrina Monroe recibió el Premio Anual de Historia y con el extenso poema el huracán Neruda obtuvo el Premio Anual de Poesía.

En 1984, el Congreso Nacional lo declaro "Poeta Nacional", por la relevancia de su obra conjunta. En 1993 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, que concede la Fundación Corripio y la Secretaria de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos desde hace años, por la obra de toda una vida.

La poesía de Mir canta a la colectividad en poemas que revelan su identificación con las mayorías oprimidas. El secreto de su inmensa popularidad que habría que buscarlo en su vocación libertaria y su continua protesta ante las iniquidades de una sociedad desigual .

Su narrativa evidencia en cada frase al poeta que mueve los hilos invisibles de los hechos. Escribe en un prosa lírica minuciosa, sostenido por los recuerdos del Macoris natal.

Obras
Hay un país en el mundo (1949), Seis momentos de esperanza (1953), Poemas de buen amor y a veces de fantasía (1969). Amen de mariposas (1969), Tres leyendas de colores (1969), El gran incendio (1969), Viaje a la muchedumbre (1971), Apertura de la estética (1974), El huracán Neruda (1975). Entre otras.

Manuel Rueda (1921-1999)


Manuel Rueda nació en Monte Cristi el 27 de agosto de 1921. Realizo sus estudios en Santo Domingo y Santiago de Chile, en donde se graduó también en los cursos superiores de música, ganando el premio "Orrego Carvallo" que otorga el Conservatorio al mejor pianista de su promoción.

A su regreso a la República Dominicana fue designado maestro de cursos superiores de música en Conservatorio Nacional de Santo Domingo, y luego director de esta misma institución, cargo que ocupo durante veinte años. Es considerado uno de los pianistas mas importantes que ha tenido el país.

Rueada dirigió en la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña el Instituto de Investigaciones Folklóricos, realizando allí una labor de rescate y clasificación de nuestro folklore. En 1974 creó el Pluralismo, movimiento literario de vanguardia. Como escritor ha jugado un papel sobresaliente en el campo de la poesía, el teatro, la crítica, la narrativa y la investigación literaria.

Es Miembro Honorario de Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile y miembro de Numero de la Academia Dominicana de la Lengua. correspondiente de la Española. En 1977 fue condecorado por el Gobierno Dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella.

En seis oportunidades ha ganado el Premio Anual de Literatura, tres en poesía, dos en teatro y una narrativa. Desde su creación en 1981, es director del suplemento cultural Isla Abierta, del matutino Hoy. En 1994 obtuvo el Premio Nacional de Literatura que otorga la Fundación Corripio y la Secretaria de Estado de Educación Bellas Artes y Cultos.

En 1995 por su obra "Relato de la Pasión y muerte de Juana Loca", le fue otorgado el Premio Teatral "Tirso de Molina", que confiere el Instituto de Cooperación Iberoamericana, de la Agencia Española de Cooperación Internacional.

Obras:
La noches (1949 y 1953), Triptico (1949), La trinitaria blanca (1957), La criatura terrestres (1963), Teatro (1968), Adivinanzas dominicanas (1968), Por los mares de la dama (1976), De tierra morena vengo (en colaboración con Ramón Francisco, 1987).

CONOCIMIENTO DE ESTATUA
ELEGIA


A Franklin Mieses Burgos


“A la orilla del aire tú destruyes los pájaros”
Franklin Mieses Burgos


Hoy eres nada más que una forma
sollozando en los brazos de las cosas perdidas.

Hoy creo que eres sólo un contorno sangrante
sin una línea pura donde el cielo se caiga
a soñar el corneta liviano de tus lágrimas
y a darle aire a los pájaros ingenuos de tu canto.
Huérfana eres de una línea, cárcel para tu alma,
ahora sola sobre los caballos del Tiempo,
ahora fría en un sitio en que ni siquiera es fría,
donde ni tampoco es un témpano azul de madrugada
por falta de una mirada tuya que la recuerde.

Qué perforación del alba es, mujer, tu beso?
¿Qué mueca de esqueleto sin sombra tu sonrisa?
Ahora vives en el alfabeto de las cosas inútiles,
en la quietud de una sangre no cuajada de pena sobre las miserias,
en el fondo de una vena donde no se acuesta siquiera ni la muerte.

Eres un ataúd de soles humillados
en los cuales no cabe ni el resplandor oblicuo de lo que agoniza.
Qué guitarras toca la vida sobre tus ojos
y en qué momento ellos tocan sobre mi corazón, perdidos?
En qué marco de venas trémulas se encienden tus deseos
y en qué lugar de mi cuerpo se me someten ellos?
En qué orillas de luto tu silencio se degüella
para encender de voces esta lumbre desierta?
En qué deshielo pacífico tus entrañas últimas gotean?

Hoy eres una forma que no va herida de músicas.
Un ser que dejó de mirar la rosa como mano
para también dejar de verla como a rosa,
porque si no existen tus cosas más allá de su espacio,
más allá de su esencia de límites y tactos permanentes,
tampoco puedes amarlas en su misma presencia.
El árbol que ha dejado de ser ángel,
un ángel verde encima de todos los misterios,
ya ni siquiera encuentra tus ojos preparados
para la evidente armonía de su otro crecimiento.

Crecer ya significa encontrar otra forma,
reconocer preguntas donde el llanto se acaba.
Qué amplitud tiene el lenguaje de tu carne por el árido limbo de sus goces?
Un día llegará en que una línea crezca hasta ser planeta,
en un día aprenderemos qué número de estrellas han regado los árboles.

Hoy eres un espacio pleno de un solo sexo,
una nada que no quiere poblarse de semillas,
un gran vacío abierto que no se ha fecundado.
Piérdete en el goce andrógino de las substancias
y aprende como lo eterno a ser hembra y macho al mismo tiempo.
Ah, mujer, cuando tu alma se engendre en otro mundo libertado!

Entonces madurará mi amor.
Entonces seremos dos gotas parejas
en donde dormirán los crepúsculos perdiendo su horizonte.
Los planetas bajarán a beber a nuestro pecho
y sabremos por qué el mar entero puede cabernos dentro de una mirada.
Dios se va a entretener creándonos misterios para, que los descifremos.
Entonces, mujer, será cuando desembocaremos en el mismo Infinito.
Entonces será cuando vendrá el Tiempo, como un perro, a tenderse a nuestro lado.

Ay, amiga, si pudieras respirar más allá del aire.
Si pudieras soñar más allá del sueño
y más allá del sueño aún volver a despertar.
Si pudieras aprender a vivir más allá de la vida.
Ay si pudieras aprender a morir más allá de la tierra.

Hoy eres algo triste y entre sus sombras tapado.
Quiero descubrir tu rostro y está oscura la piedra.
Quiero saber tus voces y está vacío el eco.
De tu estatura el cielo no tiene ya memoria
y ni la tierra, en una cicatriz, ha guardado tu huella.
Quiero indagar sobre tu alma, hoy,
pero hace mucho tiempo que no se alimentan de ella los pájaros.

En qué lugar de mí existías entonces?
Qué lugar de mi amor te hacía saludable?
Qué hora marcaban las pestañas sobre mis pupilas
cuando el minuto de tu soledad me encegueció?
Cuál fué esa hora redonda como una luna de silencios
colgando en pesadez sobre mis párpados?
Mi mano puso un cálido enigma entre tu carne
y tu estatua siguió siendo de más barro que sangre.
Ya no queda ni el hueco de tu presencia en mi aire,
ni el tamaño de tu boca sobre mis palabras,
ni la obsesión de un color tuyo, náufrago en mis sueños.

Presumo que eres un agujero lleno de espumas blancas.
Adivino que eres un vacío en el vacío sin término de los olvidos.

17 de noviembre de 1944.


A LA POESIA


Voy hacia ti. Derribo los cerrojos
que guardan tu morada. Entreabro puertas
que dan a salas frías y desiertas
sólo encendidas por celajes rojos.

La memoria me guía, de tus ojos
la luz de tus verdades encubiertas,
y tiemblan celosías casi muertas
cuando voy tras tu soplo y tus sonrojos.

Dónde estás, dónde estás, tú, la que ansío,
forma de mi desvelo y mi vacío
susurrando en mis últimas estancias.

Dura carne de amor en el espejo
donde vives dormida entre distancias
entregándome sólo tu reflejo.



LA NOCHE ALZADA


Urdido soy de noche y de deseo.
¡Qué negro respolandor, qué sombra huraña
preludian mi nacer! En una entraña
de oscurecido asombro me paseo.

Buscador del contacto, lo que creo
vive en mis dedos como pura hazaña
de ciego amor y cuerpo que no daña,
adolescente siempre en su jadeo.

Con un rubor temido, con un miedo
de encontrarme la cara y la medida
del gnorado espacio en donde ruedo

justa en la luz y a su verdad ceñida,
alzo mi noche, -todo lo que puedo-,
ya sientiendo llorar mi amanecida.



FONÓGRAFO


Suena. Fulge el espacio y da notoria
vida a su oscuridad de objeto. Grises
rincones fluyen. Relieves. Matices
concretándose en duda y vanagloria.

Gira el disco. El es la única historia.
Patria audible, sus músicas felices
surgen de antaño a eternizar raíces
como árboles de pie por la memoria.

Pasados y futuros en ahora.
Siempre el mismo presente en esa aguja
llena de un tiempo que huye y enamora,

que circunda pensándose y me piensa.
¡Triunfo de lo sonoro! Se dibuja
la eternidad. Ya calla. Recomienza...



CONSEJA DE LA MUERTE HERMOSA

«Entonces la muerte le hizo una visita...»
Cuento folklórico


I


La muerte me visita cierto día.
Es hermosa la muerte: tiene senos
robustos, fino talle y ojos llenos
de un azul de cristal en lejanía.

En llegando ya sé que es muerte mía.
Con movimientos lánguidos y obscenos
me enloquece y sorbiendo sus venenos
siento, a ratos, que el alma se me enfría.

Lee mis libros, se adapta a mis costumbres,
repite mis ideas y sus gestos
ponen en mí gozosas pesadumbres.

Cuando se va, me deja bien escrita
su dirección y dice: «Un día de éstos
quiero que me devuelvas la visita».


II

Advierto, entonces, que ya no hay salida,
pues su mirada clara me importuna
y sé que cogeré, a sol o a luna,
el camino que lleva a su guarida.

Y aunque empiezo a engañarla con la vida,
a darme plazos, a pensar en una
tarde feliz de cara a la fortuna,
bien yo sé que la muerte no me olvida,

que tengo que tocar, al fin, su puerta
con la valija hecha y el sombrero
en la mano marchita y entreabierta.

Me despido de todos mis amigos
después de tanto ardid y a su agujero
húmedo me abalanzo, sin testigos.



© Manuel Rueda

Rafael Américo Henríquez

Rafael Américo Henríquez
ROSA DE TIERRA


ROSA DE TIERRA fue pez. Pez de la mar llevado por el viento a ser pez de la luna. Hoy es pájaro y sombra de pájaro. Los pájaros frustrados quedan siendo rosas de rosal. Un pájaro imperfecto ha de ser siempre una rosa perfecta.

Si Rosa de Tierra fuera únicamente pájaro, ella bebería de la luna y buscaría canción en los pechos de las doncellas. Pero además de pájaro, Rosa de Tierra es sombra de pájaro. De ello se deriva que, siendo Rosa de Tierra sombra de pájaro en vuelo, o en actitud de volar, o en actitud de dormir, malamente podría ser Rosa de rosal.

Los cabellos de Rosa de Tierra jamás han sido cauce de río, ni gajo de almendro, ni agua de montaña; y ello es así porque Rosa de Tierra jamás ha sido tierra concebida como tal, jamás ha sido vereda con soledad de cielo, ni surco de tierra de labrantío, ni espinazo embellecido por retazo de criaturas, ni sendero ceñido por sombras de viento de montaña.

Quien vacíe miel bastante a colmar una jícara de corteza, o trence agua con superficie bastante a contener la sombra de un pájaro, dará por cosa bien sabida que Rosa de Tierra no ha sido pájaro ni sombra de pájaro.

Y quienes hayan tomado enzeñanza de las estrellas de los siete mares tendrán por verdad comprobada que no hay pez de la mar que viaje a lomo de viento hasta mudar su condición de cosa marina en condición de cosa astronómica.

La figura de Rosa de Tierra es figura vaga, imprecisa, derretida como los bronces de los crepúsculos.

Las posturas y las actitudes de Rosa de Tierra guardan gran semejanza con las posturas y las actitudes de las hembras posibles, únicamente, en luces y sombras de recuerdo.

Las hembras que van por los sueños de los que sueñan son hembras como todas, hembras como las que beben de los ríos y orillan las orillas de los senderos. Sus manos se muestran húmedas porque han padecido ilusión de atizar deseos exigentes; y si dan prueba de desgana de danzar, cuando la luna se posa ebria sobre un gajo del almendro más alto, es porque pecarían sabiamente si escaparan de la nasa de los sueños.

Rosa de Tierra no ha pecado pecados de la carne. No ha yacido donde yacen las aguas. Las reacciones de Rosa de Tierra han sido reacciones de gran candor; han sido como sería la leche de una cabra que fuese ordeñada mientras cantara el gallo de Belén. Los pezones de Rosa de Tierra no han sido gotas de sombra roja. Cuando el anochecer ha parpadeado con párpados de plata de estrellas, las manos de Rosa de Tierra no han sido como arañas que arañasen sobre plata de estrellas, ni como arañas que fuesen como candeladas o que trepasen hilos de luz invisible.

Sería demasiado figurarnos a Rosa de Tierra desnuda, puesta en pie y sorbiendo miel a orillas de un mar con sombras de pájaros mudos. Y demasía mayor, concebir a una Rosa de Tierra que hiciese porque tal postura fuera espejada por espejos de agua elástica.

Si la lágrima de ahora no fuera el retorno de la lágrima que vimos mientras cantaba o se astillaba o se dormía en retinas borradas ya por la muerte, puestas más allá del círculo que van trazando los pájaros del río por realidad de ausencia; si no fuera esta lágrima de ahora la lágrima que rodó como nube sobre el júbilo de nuestra madre o de nuestra hermana, sería lágrima vulgar, sin méritos capaces de sensibilizarnos; y si no fuese porque el paisaje, quieto ahora con quietud de oveja dormida, ha de subir a nuestros ojos detalles de otro paisaje y a nuestra sangre música de otras estrellas, cerraríamos los ojos negados a ver lo que hemos visto tantas veces. Y la luna, que ya rebasa las campanas del campanario y que cuando los ríos ennegrezcan será lámpara para los pájaros de las montañas, sería paja de horizonte si no fuese porque lo vamos viendo no es la luna actual, sino la luna vista ya en horas de antaño y cuya lumbre alcanzó modos de enredarse en las escenas que hacían nuestras abuelas, o nuestras madres, o algunas de nuestras tías, cuando atolondraban como mariposa en busca de buenos hallazgos para que no lloráramos.

Las campanadas de una campana que tañese asfixiada por el revoloteo de los vencejos, serían pura ficción como campanadas de campanas. Cosa así le ocurre a Rosa de Tierra en su marcha hacia personaje de poema. Rosa de Tierra es pura ficción como personaje cierto, concreto, sensible a palpo de playa con bulla de veraneantes.

Unas manos deshilachan luz recia, luz torrada por las distancias del mar. El litoral padece orfandad de pájaros de mar. Falta el detalle, de belleza frívola, que caracteriza los litorales con ocio de señores que han amasado fortuna.

Las manos se van comunicando del algo postizo, de belleza madura, de ademanes que siempre les fueron ajenos.

Y para que el fenómeno se realice, ha bastado con que hubiese ausencia de pájaros que vuelan con gran majestad y lanzan gritos de júbilo como si lanzasen pedradas.

El litoral sin pájaros, sin vuelos de mucha lentitud, como si fuesen nubes que volasen, hizo bosquejo. Bosquejo de Rosa de Tierra como personaje de poema. Lanzó los inicios de un personaje que fuese realidad y estímulo de recuerdo.

Durante años Rosa de Tierra es esbozo de personaje de poema. Las raíces de sensibilidad resultaban con cualidades de azogue, incapaces de concreción, de quietud meditativa.

Y los caminos pasaron a enrojecer; y las piedras criaron barbas de musgo; y las estrellas lamieron sobre las piedras y las campanas de los campanarios. Fueron cosas ociosas, escapadas de significado de que les alcanzaba como integrantes de paisaje inútil.

Las muchas mudanzas mantuvieron a Rosa de Tierra como esbozo de personaje de poema. El bosquejo, concebido como luna que nunca cambiase y llevado a la realización con trazos de monotonía severa, para un mostrenco, en cosa sin armonía de línea, en proyecto al aire, en sueño sin basamento lógico. Había desniveles y resaltos violentos. Rosa de Tierra cuajaba como fuerza que mudase siempre y que siempre estuviese inmóvil, estática, atada a sí misma. Cuajaba en pez, en pájaro y en sombra de pájaro. Y el pez era pez de la mar y pez de la luna. Y el pájaro y la sombra de pájaro no fueron sino canto de tierra. Canto de la tierra tomado por pájaro y sombra de pájaro.

Como canto, Rosa de Tierra era emoción con riego de volver a pájaro y a sombra de pájaro. Era canto inestable, quebradizo como gajo de árbol que ha proyectado sombra sin laxitud de tregua. Había desniveles, resaltos violentos entre el canto y la fuerza que lo originaba.

Era mezcla sin pureza de ligazón. Bosquejo con invalidez, sin posibilidades de marcha, sin modo de llegar a realidad con rasgos firmes, con psicología definida, con personalidad propia, capaz de concitar, en su contra, los celos de las estrellas académicas.

Las aguas muertas son aguas con flores que agonizan en busca de expresión, que padecen agobio de mudez, que mueren porque no han de decir cómo es la luna, ni cómo son las estrellas. Allí la sombra y los silencios podrían turnar cual música de mar o cual música de canción, sin que el paisaje sufriera mengua en la sinfonía de sus perspectivas.

Rosa de Tierra siente lástima de sí. No ha de encarnar sino en persona de moza con brazos aptos para levantar cosechas; o en persona de moza que ha de cantar para que los aquejados de invalidez de andar, sepan dónde van quedando las revueltas de los caminos de la marina.

Para que Rosa de Tierra sepa cámo es la lucha y cómo son las estrellas, será menester que Rosa de Tierra sea realidad y estímulos de recuerdos.

Un horizonte reflejado en el ánimo de los niños, ha de ser necesariamente rotundidez de afirmación o de negación. Ha de afirmar o de negar las delicias imaginadas durante el lapso de horas de clase. Si el horizonte es horizonte desnudo de nubes, será afirmación de retozos, de gritos que han de durar mientras dure el crepúsculo. Si el horizonte visto desde más allá de una ventana y mientras se hace aritméticas amenaza con que ha de llover durante las horas de asueto, será negación de retozos, de gritos que han de durar lo que dura el crepúculo.

Lo bello es sensación amable para el ánimo de las criaturas; pero sensación captada, como si lo fuere desde las ventanas de una casa que girase, como si les viniese de un jardín con trasunto de juguetería.
.
Los recuerdos son pájaros que vuelan en círculo sobre las entrañas de los niños; pero pájaros que no se posan porque el ruido de posarse podría despertar algo que duerme, algo que los hombres se han dado en llamar infancia.

El factor belleza empieza cuando empiezan los recuerdos. Es sombra proyectada por semilla que llegó a ser fronda de árbol, mientras la luna fue danzando arrebatada por la música de los años que ya se han vivido.

Los recuerdos van a todos. Son como si fuesen estrellas que visemos siempre durante las noches, y con sol todavía llegándonos de rechazo, de rebote por haber querido ser badajo de campana; son como niña que anduviese sin susto de lo miserable, porque fuera ciega; y sin asquear de las llagas de los llagados, porque como cosa que anda ciega ha de andar con estorbo de rocío en los palpos y con estorbo de luz en el sentido del olfato: Los recuerdos no hacen distingos. No dicen aquí sí, allá no. Son como viajeros que llegasen atraídos por la lumbre de una sola bujía, o que cantasen imanados por infantes, c por ancianos en aguardo de que la muerte llame a las puertas de sus pulsos.

Rosa de Tierra entró en jerarquía de personaje de poema por accidente fortuito. La simetría, la correspondencia entre los tonos y los movimientos del mar le dieron enseñanza; modos de ser, a la vez, realidad y estímulo de recuerdo. Habiendo sido pez de la mar y pez de la luna, pájaro y sombra de pájaro, le había dado cumplimiento a las leyes de la preceptiva. Había quedado lograda la fantasía que ha de alcanzar a cualquier Personaje de poema.

Crío pringoso en calle de arrabal.

Una señora que por allí acertara a transitar, y que mientras transitara viera, aunque fuese por primera vez, al crío puesto sobre un fondo de pregones, podría ser gobernada por atracción extraña, por Corrientes que buscasen cauce en chico con mugre en la vestimenta. Y la fuerza, el fluido determinante, podría ser lanzado a correr por identidad de parecido entre el Chico mugriento y otro que viviera circuido por suavidad de luz recatada, y que fuera llevado por la muerte, porque la madre, que tuvo ternuras de madraza, no tuvo por imprudencia de mucha gravedad el entonar canciones de cuna, le manera que las canciones ascendieran hasta rebasar las tejas de los tejados.

Cuando las canciones de cuna ascienden hasta rebasar las tejas de los tejados, la muerte, quien es siempre como loba que ronda en busca de presa, busca disfraz en cosas inocentes, Se disfraza de luna o de estrellas; y, escondida en halos de luna o de estrellas, baja sin ruido, sin que se aperciban las aspaventeras, Y, coma sueño que anda- se, se cuela por las junturas de las ventanas que quisieron cerrar. Y en las cunas que han de quedar vacías, habrá mucha angostura para las campanadas de tantas campanas.

Perfecciones en las líneas del dibujo facial; o boca, que para dibujada, fueran menester lápices de estrellas; o fallas en los modos de andar, de reír o de estarse quieto, podrían ser puentes para cruzar zonas oscuras, para que un crío que jugase con pregones, sirviéndoles de fondo, cruzase a ser el estímulo de recuerdo.

Como era de todo rigor que Rosa de Tierra encarnase, sin que quedasen fuera realidad o estímulo de recuerdo, fue Rosa de Tierra a todos los ojos y de todos tomó ojos propios; y fue a todas las manos y de todas tomó manos propias. Y como la luz hace la sombra, Rosa de Tierra se hizo y fue persona de hembra ventanera.

Siempre asomada a ventano con grosuras de hierros y flores de jazminero.

Lo físico en Rosa de Tierra es de gran paradoja. Armonías inarmónicas, perfecciones conseguidas por acumulación de imperfecciones, afirmación de belleza negada por estetas con bizquera trasmitida durante siglos.

Un pintor hábil haría retrato de Rosa -le Tierra mientras durmiese, mientras los recuerdos soñasen.

Una luna que no diese lugar a confusión, que fuese luna sin dar barruntos de ser otra cosa, le vendría mal a Rosa de Tierra. Sería como lámpara sumergida en un mar con estrellas y con pájaros que volasen desde una torre.

Días con sol redondo y vientos de sequía, han traído al ventano polvo de la marina. Pero como el polvo ha de ser polvo, que no persona, lo que pudiera creerse como dicho por Rosa de Tierra, y lo que lleve indicación de ser como dicho por persona que hablase con Rosa de Tierra, no serán sino pensamientos de Rosa de Tierra, expuestos a modo de conversación, ya que Rosa de Tierra es soledad sola, soledad sin presencia de personas ciertas.

-Los hombres conocen una luna de verdad, cromadita, cierta, buena para sacristán dado a requiebros.

-Yo conozco a la que encoge en tus ojos, y descoge descendiendo a tu boca, y no queda allí, sino que baja a las manos o retorna a los ojos.

-Nunca será igual. Para unos seré en los ojos, para otros en la boca, Para otros en las manos.

-Y siendo uno, he de ser yo el de los ojos y el de la boca y el de las manos.
-Serás lo quo eres. Tierra, polvo de la marina, traído aquí por sol y vientos de sequía.

-Polvo... Seguirá volando.

-Hasta la luna... que conozco. Es como una hermana. Hermana única para mí que no he tenido hermana. Ella va mudando en las cosas que yo voy imaginando. Es criatura con consciencia, con gozo de ser criatura; esto es, criatura desnuda, porque ya que el alma no tiene cosa que la cubra, las carnes inocentes han de ir descubiertas. Cuando no, es como mar que diese flores o flores con distancias de mar; y camina, para andado, sin que sea menester ir andando; y torre que hablase, y río que cupiese en el hueco de una mano.

-Es el eco de tu propia persona.

-Si. Eco llevado a forma sólida, dura, palpable.

-Pero siempre en la sangre de todos.

-Y siempre allí, sin salir, aunque salgan las estrellas y alumbre la luna.

-Y aunque el amor cante como cantan las campanas del campanario.

-Si eso ocurre... ha de venir la muerte. Siempre acude llamada por las campanas de los campanarios.

-El amor le hará miedo, le dará espantos.

-Sabes de ensalmos?

-Sé de amor.

-La muerte es noche cuando el amor es día.

-La muerte engaña siempre. Ha sido invento mío para que la mentira quedase inventada.

-Entonces... Les mentira eso del cementerio?

-Mentira.

-Yo. .. pensé que la tierra era para que luego no sintiera frío.

-Pensaste sin engaño.

-Y pensó que fueras tú...

-Pensaste lo que soy. Soy la que tú has enterrado y la que han enterrado y han de enterrar todos los hombres.

-Pero... jamás te he besado.

-Si. Ya. Me besaste por las orillas de todos los caminos; y como si los caminos son muchos, las orillas son más, los besos fueron tantos que de ellos cayó sangre. Sangre como el agua que dan las piedras de las montañas.

-Lo he olvidado.

-Los besos no recuerdan. Por eso se besa de nuevo.

-Si te besara... ¿Olvidaría que te he besado?

-La luna hace siempre el mismo Canino y siempre piensa: ¡qué bello! Pude haber venido antes.

-No mezcles la luna. Es sombra que rastrea por los caminos de la tierra, y por los caminos del mar.

-Y yo sombra de la suya. Y sombra de moza, y sombra de barbas de abuelo.

-Bésame. Busco que brotes de mí como brota el humo de las candeladas.

-Eres tierra, polvo de la marina traído aquí por sol y vientos de sequía.

-Soy carne en tus pechos. Aunque yazga en el fondo de los mares, habré de calentar tu lecho cuando duermas.

-Cierto. Eres ya o seré carne en mis pechos; y ellos calientan el lecho mientras duermo.Te he dado lo que eres: tierra... a ti y a todos los hombres. El futuro fue senilla, para que yo fuese hembra y sombra de árbol y lumbre de luna. Todo queda en mí, y todo corre fuera de mí. Soy cuerpo sólido y sombra de cuerpo sólido.

-Posible. Soy polvillo de la marina, cosa mínima sin sangre para que beban las raíces de los árboles. Los vientos me han traído aquí y me han llevado allá. Me han arrojado sobre copa de árbol y sobre manos en espera y sobre canción de camino. Y llevado y traído, he sido muchas cosas. He sido nivel, para que guarden un mismo nivel los ríos, los mares y la luna. Y de ello he sacado que todo ha de ser posible.

-Porque somos cosa idéntica. Tierra, polvo de la marina, y polvo de la luna, y polvo del mar. Vas a donde voy; y quedo yo donde quedas. Somos los sueños y la carne y la sangre de todos los hombres.

-Quizás... habrá algo imposible: son muchos los caminos Para que tú seas tantas cosas a la vez.

-Soy Para que los caminos de la tierra y los caminos del mar sean caminos borrados.

-Cuando la muerte sea mentira, han de sobrar todos los caminos.

-La he inventado yo Para que la mentira quedase inventada.

-Y sin inventar la verdad, la mentira ha de ser verdad y la verdad mentira.

-Todo ha de ser recuerdo. -Sin que nada quede.

-Algo ha de quedar. Han de quedar los pensamientos; porque andando sobre los pensamientos, llegan los recuerdos.

-Y por caminos de pensamientos, llega y asoma la luna.

-Y llegan y asoman las estrellas.

-Y los hombres marchan como si no machasen, y sueñan como si no soñasen.

-Todos se empeñan en ignorarme. Se figuran que soy como fruta de árbol, que cae porque ya ha madurado; y que el mar es el mar, y la luna, la luna.

-Y que ellos son hombres, y sus sombras son sombras de hombres.

-Y que los recuerdos llegan a ellos y de ellos salen como las palomas llegan y salen de los campanarios.

-Y que lloran, porque lloran. -Y ríen, porque ríen.

-Y no porque recuerdan.

-Y que serán como canciones, cuando las canciones de ahora sean todas palabras, todas estrellas; porque las estrellas fueron palabras que jamás retornaron.

-Palabras de ternura, o de odio, porque volando hasta allá, las palabras que salieron de los odios, de ver la tierra tan lejana, son ya palabras de amor... Son ya recuerdos.

-En eso aciertan. Serán recuerdos. Hoy todavía recuerdan o creen recordar. Mañana serán recuerdos.

-Marcharán sobre sus propios pensamientos.

-Como llega y asoma la luna.

-Como llegan y asoman las estrellas.

-Los que te trajeron, hacen por arrastrarte. -Si. Me arrojaran sobre copas de árboles y sobre manos que esperan y sobre canción de camino.

-Será así; porque los hombres marchan sobre los mares, y sobre la tierra, y sobre los sueños que sueñan. Golpean los caminos cuando creen haber alcanzado mayor quietud; cuando beben o están en aguardo del fruto de la compañera. Y tú, volando y volando, les darás ilusión de reposo, de quietud hogareña, y yo, de que los recuerdos son como el ganado que ellos gobiernan o como el agua que beben cuando les quema la sed.

-Me empujan ya.

-Y yo, quedando aquí y tú, yendo a donde te lleven, seremos cosa idéntica. Realidad y estímulo de recuerdo, tierra sobre los que mueren y luz sobre los que han de nacer. Luna, mar, paisaje y palabras hoy y risa mañana y lágrimas siempre. Lágrimas caedizas y lágrimas que no se lloran.

-Porque decimos callando, y lloramos sin que se vean las lágrimas y cantamos con lágrimas lloviendo sobre el júbilo de cantar.

-Cuando las palabras y los ademanes y los sueños son de verdad: cuando los recuerdos son recuerdos.

El ventano con grosuras de hierros y flores de jazminero pasa a ser luna con belleza y alas de pájaro. Y la luna, que ha sido luna de todos los caminos, no remonta con ruido de pájaro que volase, sino que asciende en gran silencio, como si la ascendiesen vientos de sangre. Y ascendida más allá de nubes que fuesen posibles como tales, es lámpara que alumbra, con sol brillando, a los que viven; y noche ya, a los que duermen sin fatiga de soledad interior, sin cansancio de ir sobre sombras de seres y de cosas. Es ya luna alta, ingenua, leal. Es Rosa de Tierra.



© Rafael Américo Henríquez

Domingo Moreno Jimenes

Domingo Moreno Jimenes
EL POEMA DE LA HIJA REINTEGRADA


I

Hija, yo no sé qué decirte si la muerte es buena
o si la vida es amarga;
sólo te aconsejo que despiertes, adulta de
comprensión más que tu padre!

II

Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir:
una sábana blanca serán tus días,
una sábana blanca será tu pasado
y tu recuerdo una estrella que frente a frente
me iluminará el porvenir!

III

No sé por qué tu agotamiento
me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas,
que me hace amainar la pulsación de la tarde.

IV

Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

V

Hija, hazme tomar la resolución de los otros:
vuelve mi proa añicos
y mi voluntad una piragua;
que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer nada mañana;
desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme;
sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza;
hazme entero el milagro de darme todo a los elementos,
como si fuera sustanciación del ser increado...

VI

Tu vida fue microscópica, pero grande;
el segundo de tu existir, eterno!

VII

Hija, cuántas nubes,
cuántos pájaros,
cuántos horizontes insospechados me abre en el amanecer tu ruta!

VIII

Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca;
verás envuelta el alba en la noche,
y las cosas de mayor transparencia
tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.

IX

En este mundo donde sólo se premia la capacidad de fingir mejor,
era justo que llegaras, y después de breves instantes,
ya estuvieras confundida con la cal y con la
mariposa, con el carbón y con la piedra.

X

¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir
desde que te dormiste que en mi
derredor todo es sombra!

XI

¡Oh tú, que me enseñaste desde que naciste
a ver la vida con ojo más sabio
y a la humanidad con ojo más triste!
Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría
de los seres mudables el ser tristes?
Triste fue la faz de la tierra cuando se
desperezó el primer hombre!
Triste tiene que quedar la tierra cuando se
desentuma en su regazo el último hombre!

XII

¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir: boleta de tumba!
Oh, tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez,
la preferida mía!

XIII

Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera;
por ti no cambié
y la fortuna no me sonreirá nunca!

XIV

Hija, cada vez que examino tu vida
me doy cuenta que tú eres como mi vida:
una sombra entre dos crepúsculos!

XV

Iba a decir entre dos agotadoras auroras
y ya ves, reicindí, sin querer, entre dos crepúsculos!

XVI

¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve, te
debas parecer al crepúsculo?

XVII

Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda:
Dios dio desnudo a los hombres el verbo,
y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!

XVIII

Toda filigrana de síntesis es una profanación
¿verdad, hija mía?
Ya no te puedo buscar sin parcializaciones,
sin atributo contingente:
¡será en mi incompleto nombrar, sencillamente,
el vaho de las cosas!

XIX

No te puedo asir con una palabra,
y no debe extrañarte recónditamente,
porque estás para mí más alta que la región de las palabras!

XX

Y vuelvo a caer en las comparaciones.
¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!

XXI

Miserable hombre que osa creer que
después de la sombra la vida es vida!

XXII

De imperfecciones se forman nuestras excelencias
y es toda la existencia del hombre un brazo tendido
hacia el turbio porqué de los enigmas.

XXIII

-Tiene el pulso demasiado débil,
pero este letargo no es la muerte-.
Su médico era mi propia almohada de cabecera
y yo quedé perplejo ante su callado
sufrimiento y la miseria de la vida!

XXIV

Si fuera bizco de pensamiento
y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras;
hija, iba a blasfemar por tu dolor...pero, ¡perdona!

XXV

¡Compran caro el suelo donde colocan a los muertos,
y ellos son más dueños de la tierra que los hombres
que comercian con ellos!

XXVI

¡Al través de los milenios, los hombres son puñados de tierra
que se deforman a su antojo!

XXVII

Hija, ya me han avisado que tus pies están fríos.
Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco
y a que lo negro no sea negro!

XXVIII

Hija, ¡cuánto crece el sol sobre la sombra de los tilos,
cómo se agiganta la nada sobre la soledad
de tu aposento,
cómo nace y renace la esperanza por entre
los ámbitos de la vida!

XXIX

-Tibien la leche, terciada con agua,
para si mi chiquitita despierta.
Cuídenmela, hasta que se vuelva esperma
como capullo inmortal el cuidado.
Ella es carne de mi vida, flor de mi
pensamiento, cemento de mi alma.

XXX

(¡Eres, amada mía, como flor del higüero joven,
como el azogue del crepúsculo,
como la diafanidad de la Naturaleza toda!).

XXXI

No seas padre; sé hombre,
sencillamente.
¡Gira tu vida a tu derredor
y que tu amor a una abstracta "Humanidad"
no te haga olvidar jamás de que eres hombre!



© Domingo Moreno Jimenes

Tomás Hernández Franco

Tomás Hernández Franco
YELIDA



UN ANTES

Erick el muchacho noruego que tenía
alma de fiord y corazón de niebla
apenas sospechaba en su larga vagancia de horizontes
la boreal estirpe de la sangre que le cantaba caminos en las sienes
En el más largo mes del año había nacido
en la pesquera choza de brea y redes salpicadas casi por las olas
parido estaba entre el milagro del mar y el sol de medianoche
de padre ausente naufragado
nadador ya de algas profundas y arenas sorprendidas
de escamas y de agallas y de aletas
Era el quinto hijo para el mar nacido
y Erick creció en su idioma de anzuelo y de corriente
fuerza de remo y sencillez de espuma
como todos los muchachos de la playa
mitad Tritón y mitad Angel
Pero Erick no sabía nada de eso
-pulso de viento y terquedad de proa-
aprendió los nombres de los peces de las puntas y cabos
la oración del canal y la bahía
a los quince años conocía mil golfos
y sin contar el ya remoto y salobre seno de la madre
ni un solo pensamiento de Noruega
le había caminado entre las cejas turbias
En un anual calafateo de lanchas
llamas de estopa y brea
Erick tenía veinte años y era virgen dentro de sus botas de hule
y creía que los niños nacen así como los peces
en las noches quietas de los reposos del mar
pero el tío piloto contaba entre dientes largas historias de islas
con puertos bruñidos y azules
donde centenares de mujeres desnudas subían carbón al barco
donde había pájaros verdes hirviendo de palabras obscenas
y donde en la noche florecía el burdel con hondo aliento de tam-tam
El tío mascullaba una lejana canción de sol y cocoteros
en lengua que no podía ser noruega y que ponía
en el pulso de viento de Erick pequeños remolinos
A los veintidos años Erick tenía la mirada gris azul
densa de su alma puesta en dique
y una voluntad de timón y de quilla
donde -decía el tío- las noches olían a cedro
como las barricas de ron
Erick sabía que los marinos noruegos
siempre desertaban en las islas
pero cuando estaban bien borrachos
los capitanes los metían a patadas
en las bodegas sucias y entonces volvían a Noruega
flacos y callados y tristes
Con todo y las patadas el marinero Erick ya estaba en ruta


OTRO ANTES

Esta no es la historia de Erick al fin y al cabo
que a los treinta años ya no era marinero
y vendía arenques noruegos en su tienda de Fort Liberté
mientras la esposa de Erick madam Suquí
rezaba a Legbá y a Ogún por su hombre blanco
rezaba en la catedral por su hombre rubio
Madam Suquí había sido antes mamuasel Suquiete
virgen suelta por el muelle del pueblo
hecha de medianoche a toda hora
con el cielo y el filo de menguante turbio
grumete hembra del burdel anclado
calcinada cerámica con alma de fuente
himen preservado por el amuleto de mamaluá Clarise
eficaz por los años a la sombra del ombligo profundo
Erick amó a Suquiete entre accesos de fiebre
escalofríos y palideces y tomaba quinina en grandes tragos de tafiá
para sacarse de la carne a la muchacha negra
para ahuyentarla de su cabeza rubia
para que de los brazos y del cuerpo se le fuera
aquel pulido y agrio olor de bronce vivo y de jungla borracha
para poder pensar en su playa noruega con las barcas volteadas
como ballenas muertas
Pero Suquiete lo amaba demasiado porque era blanco y rubio
y cambió el amuleto de mamaluá Clarise
por el corazón de una gallina negra
que Erick bebió en viernes bajo la luna llena
con su tafiá y su quinina
y muy pronto los casó el obispo francés
mientras en la montaña el papaluá Luipie
cantaba el canto de la Guinea y bebía la sangre
de un chivato blanco
En la noche sudaba fiebres y marismas
Erick sin sueño marinero varado sobre la carne fría
y nocturna de Suqui
fue dejando su estirpe sucia de hematozoarios y nostalgias
en el vientre de humus fértil de su esposa de tierra
y Erick murió un día entre Jesucristo y Damballá-Queddó
apagado el pulso del viento del velero perdido en el sargazo
su alma sin brújula voló para Noruega
donde todavía le quedaba el recuerdo de un pie de mujer blanca
que hacía frágiles huellas en la arena mojada


UN DESPUES

Y así vino al mundo Yelidá con un vagido de gato tierno
mientras se soltaba la leche blanca de los senos negros de Suqui
alegre de todos sus dientes y de su forma rota
por el regalo del marido rubio
y Yelidá estaba inerme entre los trapos
con su torpeza jugosa de raíz y de sueño
pero empezó a crecer con lentitud de espiga
negra un día sí y un día no
blanca los otros
nombre de vudú y apellido de kaes
lenguas de zetas
corazón de ice-berg
vientre de llama
hoja de alga flotando en el instinto nórdico
viento preso en el subsuelo de la noche
con fogatas y lejana llamada sorda para el rito
Los otros sólo tuvieron la sospecha de un peligro cercano
mientras Suquí descendía su alma por los caminos de la noche
en su entraña y engordaba en su alegría de matriz de misterio
ternura de polen en su hija de llama
para cuyo destino no tuvieron respuesta el gallo y la lechuza
ni sabían nada el más sabio ni el más viejo
Los peces lo sabían y la noche y la selva y la luna
y el tiempo de calor y el tiempo de frío
y el alma de guerra del pantano
y el dios que enmaraña las raíces y las empuja fuera de la tierra
y el macho y hembra que en los cementerios
enciende fuegos verdes sobre el vientre helado de los muertos
y el que está en la garganta de los perros lejanos
y el del miedo con sus mil pies y su cabeza cortada
Y esta quiere ser la historia de Yelidá al fin y al cabo
Tacto de clave
flanco sonoro al simple peso de la mirada
paladar de fiera
cuerpo de eterna juventud de serpiente nuevo para cada luna nueva
completa para siempre como el mito
hermafrodita en el principio del mundo
cuando descuartizaron a los dioses
enigma subterráneo de la resina y del ámbar
pacto roto de la costilla de oro
traición hembra del tiempo libertada


UN PARENTESIS

Los liliputienses dioses infantiles de la nieve
los viejecillos vestidos de rojo
que sacuden la niebla de sus barbas
y los que soplan sobre las letras sin rumbo de las veletas
los habitantes del rescoldo
los del viento ululante
los que dibujan las árticas auroras
los dioses de algodón y de manzana
que tienen largo el sur y corto el norte
los que sobre la tímida y verde vida del musgo verde
resbalan y juegan con las flores del hielo
los hiperbóreos duendes del trineo y del reno
supieron la noticia en lengua de disueltos huracanes lejanos
Sangre varega en la aventura de cosas de hombre
por cosas de mujer se trasplantaba
en islas de caracol y de pimienta
perdida iba a quedar para su ártico
en el flotante archipiélago encendido
vegetación de pinos ordenada
perdida iba a quedar para su lucha
de olas aceite y peces
perdida iba a quedar para Noruega
en las islas de fuego condenada
Viajeros por los hondos caminos del subsuelo adornados de tumbas
donde dialoga el fósil con la raíz podrida
y el hueso suelto espera la trompeta
y se hace oscuro el secreto del agua
que lava las pupilas insomnes del mineral perdido
por la grieta y la gruta y el estrato
los dioses de leche y nube con el sexo del niño
buscaron al otro dios de los mil nombres
al dios negro del atabal y la azagaya
comedor de hombres constelados de muertes
Wangol del cementerio y del trueno
del dueño del ojo vidriado del zombí y la serpiente
Buscaron a Badagris dictador de la puñalada y del veneno
espíritu suelto de los cañaverales
donde el tafiá es primero flor y luego miel
el padre del rencor y de la ira
el que enciende la choza al leve contacto de su mano negra
y viola a todas las niñas en el vientre de las madres dormidas
Buscaron a Agoué dios ventrudo del agua
mitad evaporado al sol de brasa
y mitad prisionero del pantano
aburrido de moscas y de olas
en su casa de vientos y de esponjas
Buscaron a Ayidá-Queddó que es la que pone
a arder la lámpara roja del estupro
la que en el hondo vientre de la cueva del bongó
mantiene las cien serpientes locas del dolor y la vida
la que en la noche de Legbá suelta los perros del deseo
la que está partida en dos mitades por el sexo infinito
maestra de la danza sagrada para llegar hasta ella misma
domadora del grito y del espasmo.
Implorantes de llantos en sordina
casi borracho ya de olor de isla
los dioses de Noruega pedían salvar
la última gota de la sangre de Erick
la escandinava inocencia de una gota de sangre
Hablaron con los ojillos azules entornados
mientras la sangre se les iba haciendo de plata derretida
porque Ayidá-Queddó bailaba en el canto del gallo
con los senos brillantes de sudor y de estrellas
Pero aquella noche Yelidá había tenido su primer amante
estaba tendida y fresca como una hoja amarilla muy llovida
adolorida sin dolor casi despierta en la hamaca de un sueño tibio
le vivía tan solo un golpe amado de tambor en las sienes
y en el vientre se le dormía la música y la danza
Por los caminos de la lombriz y de la hormiga
rota toda esperanza regresaron


OTRO DESPUES

Con calma de araña para el macho cómplice del espasmo
Yelidá por el propio camino de su vientre
asesina del viento perdido entre los dientes de la gruta
ahí se estaba vegetal y ardiente
en húmeda humedad de hongo y de liquen
caliente como todo caliente
cosa de hoja podrida fermentada en penumbra de tiempo y luna
hecha de filtro y de palabra rara
en el agua del charco con su verde y su larva
y su ala a medio nacer y su nadar de meteoro
Yelidá deshojada a sí y a no
por éxtasis de blanco y frenesí de negro
profunda hacia la tierra y alta hacia el cielo
en secreto de surco y en misterio de llamas

FINAL

Será difícil escribir la historia de Yelidá un día cualquiera




© Tomás Hernández Franco
================================================
TOMAS HERNANDEZ FRANCO
Nació en Tamboril, Santiago el 29 de Abril de 1904. Poeta, narrador y ensayista. Murió en Santo Domingo el 1 de septiembre de 1952.

OBRAS:

POESIA.
Rezos Bohemios. Santiago: Tipografía La Información, 1921.
De amor, inquietud, cansancio. París: Editorial Les Essais Libres, 1923.
Canciones del litoral alegre. Santo Domingo: Editora La Nación, 1936.
Yelidá. San Salvador: Ediciones Zargazo, Talleres Gráficos Cisneros, 1942.
CUENTO.
Capitulario. Santo Domingo: Impresora Dominicana, 1921.
Cibao: Narraciones Cortas. Ciudad Trujillo: Editora Sargazo, 1951.
ENSAYO. La revolución más bella de América. Amberes: Imprenta M. Frenay & Ch. Jorssen, 1930. Los dos años del gobierno del presidente Trujillo. Santiago de los Caballeros: Imprenta La Información, 1932. El cuarto año del gobierno del presidente Trujillo.Santo Domingo: Talleres Tipográficos de la Vda. García, 1934. Apuntes sobre poesía popular y poesía negra en Las Antillas. San Salvador: Publicaciones del Ateneo de El Salvador, 1942.

Freddy Gatón Arce

Freddy Gatón Arce
VLIA


Poema para la quinta hoja de un trébol cualquiera



1. Oído inescuchado

Los espacios aquietados, azules de enclavados astros, dan su violeta a la torre invertida del cielo. La torre, extática, muda, salta nerviosa en sus risas y gemidos, como mama tallado de virginidad. Cantar de los gallos espada la vigilia y el mundo noche de todos los donceles.

La vida ha perdido un inconsciente de por qué la vida. El traje color rubor de timidez quedó destrozado en el valladar de los ojos. Clavada torre en el mar de los sueños remolino de sangre de la sensitiva, blancor de olas altas llagadas como la incertidumbre, o dos pavores y cinco pétalos caídos traéis a Vlía.

Las cintas grises de la ciudad interior crúzanse desiertas. A trechos regulares espigados señores negros asoman su cabeza de ojo macilento. Y el gato negro acecha...

Vlía anda como el viento ¡es el viento! que sopla hacia el mar. Vlía: mar de angustia. Se azulan sus pasos. Anochecen sus cabellos de tanto ser la noche. ¡Y el gato negro acecha! (Vlía, todo un gato de Noche).

El almendro se desprende de sus pupilas. Los ojos rodantes de la playa buscan su órbita amarga.

La arena: rastro de vientos; fatiga de pupilas; sudario del mar; espaldas de Vlía: Vlía.

La dama blonda Vlía de amarillez de verde es indiscreta: su lengua de plata cuenta cosas al oído inescuchado párpado de toda quimera: Vlía.

2. Rocío subrosa

Nosotros. Ya no sucede nada. La mar no tiene remordimientos y la brisa no la despeina. Un saludo queda suspenso en las miradas, en las búsquedas íntimas, y no hay más que nosotros. Nosotros: Vlia, tú y yo, que nada sabemos, ni siquiera sonreimos de una vida a otra, y pensamos como si fuéramos uno, uno solo que se desvive en el cielo, de todos los días nublados por azules. Nosotros ya no queremos ni siquiera mirarnos a través de las pupilas azules. Estamos como si fuéramos dos ojos, cuatro y cien corazones desplegados. Ya no podemos más, y Vlía y tú lo comprenden perfectamente. No nos encontramos ni en el cáliz de la redoma de la bruja cargada de lavandas. Creo que nuestros ojos están fatigados de las distancias recorridas, y que no podemos vindicamos en los sueños cargados de rocío febril. Iremos navegando en el mar de todos los sinsabores cuajados de dulzuras y de todas las sagrados mentiras. La vela que asoma a lo lejos Vlía y tú y yo, gaviota de horizonte se ha engrandecido de

vientos para adentrarse en la ría de canalados sentires. Nosotros, ¿qué esperamos de nosotros? ¿Y de ti? ¿Y deVlía? Estamos situados en la infinita distancia de la cercanía y ni siquiera sollozas. Las lágrimas se hicieron para la fuerza. Tendremos que inventar una nueva telepatía de las almas para encontrarnos extraterrenos, o subrosa como quieran los hados de todos nuestros deseos, de los deseos tuyos, de los deseos de Vlía. Ya no podemos cargarnos más de mentiras inclinadas de ojos y dedos de frentes cuidados de cabelleras invisibles. Debemos irnos viendo en ese mapa que carece de posición fisiológica: corazon. Quiero queremos tú y yo y Vlía lo sabemos bien: siempre lo hemos querido en todos los anhelos borrados de sueños que nos vayamos adonde tengamos lo que nadie sabe, lo que todos hemos sabido desde antes de conocernos. Porque ni tus ojos, ni los ojos de Vlía, ni los míos, están espejando nada, ni siquiera a nosotros, Vila. Yo quiero que lo sepas que lo sepamos ya nada acelera mi corazón.

3. Desgarrados cristales

Que se detengan todos: Pájaros anclados en el aliento; espejos con empaños de vidas húmedas. Que se detengan todos: Universo, Sol y luna; los astros y la imagen gota de rocío de arcoiris en la siniestra flor de cinco pétalos; los ojos que brotan de las órbitas infinitas para eternizarse en la visión del jardín, la fuente muda, los perfumes definidos,Vlía y tú, y las margaritas que caen sobre el almohadón desesperado mano crispada que se detengan. Que se detengan todos. Y la jaula que vuela en la pupila encarcelada y la rosa amarilla cesen en su Vaivén de congojas. Que se detengan todos, porque el demonio quiere soñar y yo, Vlía, lo poseo persiguiéndolo por la pradera de verdeante púrpura apagada. Ahora él sueña ¡como si fueras tú, Vlía!, sueña en mí: ritmo interior de todas las mariposas;

Aquella niña del pájaro clavado en todos las emociones de la vida perdida de quebrantos verdaderos olvidados de perfumes idos en la belleza de las palabras, en el oleaje de las penumbras quebradas de rocas llovidas, como de la mano de una paloma o de un almendro partido por los rayos del sol relámpago de luz en los desgarrados cristales; aquella niña: recuerdo sacudido en mis oídos vueltos vientos armoniosos de campanas; aquella niña que llena el alma de todos los cipreses mejores y largamente encumbrados copa abajo; ésa que nos transfigura,Vlía, cual si estuviésemos en el fondo de la mar sentados: cabelleras sueltas a todas las corrientes; a ésa que yo pienso en mi locura, como a ti, endemoniadamente colérica: sonrisa desguindada de la forma del lacayo eterno guardián durmiente; a ésa que juega en la mesa de horizontes como cabelleras de rosas, el triángulo diverso de la feminidad: verde aridez de primavera dormida en las conciencias ausentadas del poema luz de las miradas, los lentes equívocos de vigilias ahumados; la del respirar de yodos níveo-azules; a esa asomada hacia la silla coja de mil pestañas dispersas; a ésa que yo poseo

como al demonio, como a ti, urgido por todas las locuras, pasajeramente...

A ésa la sueño despertando cuando el paisaje de las miserias des-ciende para angustiarse en los músicos: peldaños de árboles nacidos en las noches de todos los hombres que no caminan como las piedras, bajo las aguas...

4. Inefables rutas

Un silencio estrangula la garganta de luz inventada: el patio interior amanece una sonrisa de primavera; las pestañas marco alado trajean de verde su rojo de ojos cerrados; la mano de fuego ennegrece los párpados transparencias recién nacidas de inquietos pájaros umbrosos. Vlía: Alucinacion.

Lo he intentado muchas veces, demasiadas, ¡tantas que ya los sueños protestan! Jamás quise pedir nada; sólo un recuerdo en nombre del amor, un recuerdo. Que tuviera un desmayo la resistencia, que dejara su cabeza degollada sobre un tronco lánguidamente, y que la brisa se hiciera fría, más fría bajo el árbol de la incomprensión, porque los desesperos hielan la tarde. No he pedido a los pechos un sube y baja de hipocresía, ni a las gasas manchas de sangre, como un dolor a dos negaciones. Sólo pedí la presencia de un pasado: un otoño sin hojas secas, preparativos matrimoniales, ni corduras que se sustituyen. No puedo aguardar el retorno de un alma rota sobre la almohada de dos huecos, uno que no es mío, para entonces devolverla ungido por mi ardor. ¡No aguardo nada! El labio de la luna no miente en la quimera: de noche sus llantos, Señor de sus vigilias, y es tuya cuando está dormida. ¡No quiero aguardar nada! La cita, renovación de la imagen, la he entregado al aire para enseñar los astros, porque por sobre el amor resultó pura. ¡No quiero aguardar nada! Ni la reconstrucción. Sobre el dedo de las ruinas sólo el recuerdo debe levantarse: presentimientos vagos de reconciliación: ignorar de seres encontrados en inefables rutas. ¡No quiero aguardar nada! Ni la llegada del agua que no tiene los campanarios de los floreros, ni la sublime emanación de los colores. ¡No quiero aguardar nada! Sólo las grandes horas que se olvidan por soñadas.

5. Sueño eclosivo

Para el amor todo se hace breve lentitud. La inconstancia no mira en la habitación obscura, ni se explaya en la furia. Luceros sin almendros perjudican la profesión de adorar. No mueven al odio salvador del hastío. La realidad precisa un natural encantamiento inferior, emocionado, al reverso de los ojos, intensamente. La madrugada pertenece al gato negro viejo habitante de lo apacible se queda en la azotea húmeda órbita de la noche raptada al cielo. Danza y otros pies habitan su frenesí. La pena no sonríe, ni ciena. Ni melancólica quietud n albor de ruiseñores, suenan tres perdones en la ventana quebrantamiento de la cita lunar y las cortinas.

Ojos de imágenes sagradas quedan sepultados en las conquistas sin copas que calman los grises de aire hasta la aurora. ¡Todo quedará distinto! Lejana reconstrucción del mundo, sucinta arista de la mudez, y tú, intachable en la propaga. ción del vicio. Para nacer escogeremos la perla del campanario nadando en la alborada suave admiración de la caída. Floreciendo todo, n<>Raro infierno

Aquí, sobre las rocas, o allá, donde el horizonte florece velas, un crimen es necesario. Para el color de la imagen, un crimen. Nos acer-caremos una y otra vez a esa delicia -dios nectario de la sofocación y fiel a mi constante tristeza te dejaré intocada. Fuente de caracol en la ruta, nos acerca irremediablemente, como un amago de soledad que viste comprensión de colores. Sonrisa no frecuenta las almas sin fe, ni el desvelo. Las campanas tendrán que no caerse más a los pies desangrados del atardecer, de cordura embriagadas. Tendremos dos, tres, y algunos más imaginados horizontes para ilusionamos. En la locura un presagio de religión es conveniente. Mas, por sobre todo lo disgregario de la brisa, la obsesión del crimen debe persistir, intensamente arraizada en la piel -corcel con pasos de caracol donde las almas jamás se vuelven temerosas. Un crimen blanco, un crimen de frenesí que nos separe de la vulgaridad. Una sangre que nos lleve sin caer en el hastio hasta él, en cada emoción que se pierde por conocida. Nosotros recorreremos el arcoiris. Un arcoiris nuevo a cada explosión. Irse de las olas al sol, brizna quebrada de reflejos en las rocas sin movedizas ilusiones, alas en los corazones que saben crearse un amor. Nosotros no debemos satisfacernos, una contemplación basta a las sangres

que dislocan en las calles como naranjas heridas de pudor en el jardín tapiado. Pero estamos muy cerca o muy lejos de la realidad que nos conmueve: el crimen, y hay que decidirse a ser locos o todas las sábanas protestarán de sed. Pintemos el sol como si fuera el ojo de la montaña o decrecer de los almendros cobijados en el estío. Pero no, tú estás sin sobresaltos vivo coral a flor de tierra y otras tantas tonterías en las estrellas invisibles.

Para que el sueño se realice faltan todas las cosas incompatibles con la angustia, y ella está ausentada de este o de aquel cielo que me frecuenta. Si estamos junto al demonio, no hay que jumar nada a la noche ni a las almas vacías. Para que los perros no roben nuestra atención, los ahorcaremos en cualquier rama de las manos intangibles, y el insomnio de la víctima tendrá sabor de hiena. Lo más adecuado es trajearse de algas. ¡Cuántas cosas hacen un crimen! Ahora la molestia de distraer mis ojos en la tienda del mar, mis inmersiones no requieren fondo preciso, ni clima antiguo. Te contentarás con desnudarte, porque la indecisión turba los sentidos. Pero, ¡el crimen! ¿Dónde está el crimen? Otra pasión ya no conmueve. Las personas, ¿por qué nos dejan solos? Una protesta, por que la soledad siempre acompaña al crimen y nosotros debemos ser distintos. Excluiremos la soledad de nuestros cálculos. Así estaremos mejor, un poco más solos. Entonces el crimen no llega. Para mí, el crimen, de lo contrario nos quedaremos sobre el césped. Ilusionarse con el cielo acontece todos los días. Olvidar es cruel en tu presencia. Olvidar una rosa por marchita ocurre a todos los floreros, y yo sólo luzco una flor que nace de cualquier im-pertinencia de los ojos: el crimen botona en las pupilas. Un instante sin precisión de calendario duda y queda a los pies pasaj ería sin destino- y el crimen se acepta o tortura. Hay que ofrecerse en una quietud callada, un beso haría perder la realidad ambiente. Debemos sentirnos como un vals. ¿Oyes? ¡Qué bien se escucha el silencio de las olas! La actitud hay que mantenerla: un beso nos haría seres abandonados en una habitación estrecha; nosotros tenemos otros recursos. Aguardemos, el crimen requiere ser catado, lo contrario seria desbordamiento de sirvientes y los arrecifes se extienden en tu cabellera. Toda la augusta exquisitez del alcohol hay que recibirla con la irreverencia de un sentimiento cualquiera sin la ridiculez de los días señalados en Agosto, Abril o Mayo. Las flores precisan luceros titilantes de emociones decepcionadas sufrir de mariposas somnolientas en la tarde cuajada de pintores, almendros sin luz de alcobas dormidas. Para la perpetración del crimen estamos aquí, sin ti y sin mí. Incubar huesos y hacerlos pulular por los aires como mensajeros del Señor, es nuestro desti-no. Esta es tu comunión con lo irremediable. Yo he tenido muchos crímenes. Dejar que el nuestro se realice prontamente sería darle la razón a los pájaros enfebrecidos de la luna. Ellos dan Diciembre a cada amor, y no debemos fatigar sus labios. Hay que dar a los párpados la natural posición del sueño; así todo brillará mejor, casi interiormente. Las sirenas no tienen por qué angustiarse; nos urgen y la impaciencia puede agostar nuestro deleite. La

psicología del crimen nos tiene atrapados, y es cruel una amargura en el áire. No es posible irse en las algas alrededor del mundo; en las gaviotas del horizonte las penas se internan todas las quejas tienen una preñez de angustia. Nunca procuro situaciones futuras a mi corazón, su latido podría desmayarse en una mentira. Por eso, sí, hay una, otra y otra y muchas más. Ella, ellas, no intervienen ahora. Sería un proceso lento sumar tantas estaciones para crearte una primavera. Hagamos un amor como nosotros mismos, que se detenga a dos pasos del pecado. ¿El crimen? El crimen sólo preocupa a los hombres, y nosotros no los vemos. Estamos con el único Juez verdadero, el nuestro. ¡No hay por qué llamar! Has asomado Mujer en mi. ¡Calla! Mañana no hay que hablar del pasado. Toda ridiculez de hoy quedará cal en las grutas -copas de alzadas ilusiones en las esferas. Por otra parte, la almohada debe abandonarnos; sólo las piedras se convierten en pesadillas de filos rosados agradable intención de los demonios. Después del crimen, un delirio mayor propician las abejas. Apóyate en mi hombro para darle descanso a tu corazón bajo la sombra de una chimenea. La incongruencia es notable: los sueños jamás lloran humo hebra del aire tejedor de árboles. Ahora, presenciemos un desfile de guijarros y pies heridos bajo el agua del cielo, recuperemos los ojos, recojamos los párpados: las tinieblas deben reinar con todo su atavío. Para ser los ebrios eternos, cultivemos vid en un juego de campanas pequeñas y grandes aridez en el día de muertes. Procurémonos un momento puesto que la detención del reloj es necesaria en el despilfarro de la adolescencia. Por sobre todas las torpezas, un presentimiento de Reina de Saba y Príncipe Azul, debe protegernos. La humildad de la cuna no se opone a la exploración de otros campos. Para una mayor exaltación, vistete de sueño, así la brisa no tendrá reparo en desnudarte. Evitar una jugarreta del discernimiento requiere un manotazo al sol, la luna y las estrellas se prestan más a un encantamiento. Un riachuelo nos haría música adecuada a la entrega. Para que tu languidez cobre expresión de ángel, reclinate en una palma cualquiera, sus hojas te darán la insensatez de su vaivén. Una vez retornada la cabeza, piérdela de nuevo en un cruzar de campos siempre cubiertos de verde invisible sentido del locuaz candor que no redime.

Despójate de todas las vestiduras que son los padres y un hogar honorable, para la vehemencia. Ya estás pura, para el amor. Un volar de ciudades y paisajes, y el tren no se detiene. Un sueño más, y otro sueño. Todo en una sucesión sobresaltada. Nada va a la tierra. Danza, pies, divinización. Médula, cabezas sin troncos, crimen. Pesadilla, borrachera, adolescencia. Lo vertiginoso intenso interior se impone. Todo corre, vuela, se transforma; los árboles se detienen para un roce en el rostro acompasado. Algo quiere amanecer, una confusión terrible lo revuelve todo, y por sobre todo, el galope, el galope, el galope. Lo indecible, a ratos tiene un visaje y el dormir tiene una ligera transformación de miembros. La sábana una y otra vez se convierte en alas de la ventana abierta y el galope se fatiga, calma. Ciudades, paisajes, árboles, toman la placidez de una

definición. El sueño toma un ritmo infinito de aroma en la amarga sonrisa insatisfecha. Y todo es suavidad de esperanzada confianza en el durmiente.

7. -Nada emocionada

Lo quieren saber los demonios que se cobijan en mí. Extienden sus alas a cada golpe del corazón. Las quimeras rotas como cuerdas de guitarra sin ebriedad interminables copas de luceros árboles sedientos dcl viento de infinitos labios. Ya nadie te recuerda en la indecisa hora en que te haces prolongadamente mía. Todos ignoran que los sueños son yerbas florecidas de hielos despiertos en la encontrada realidad, obscura sombra que se refugia bajo el pez de aguas cristalinas. Ya ni siquiera respiras por inconsciente, ni te únes a las vigilias de suenos de dos. Ellos se escurren por una luz retrocedida. Esto no es todo puesto que cada mañana te vuelcas tras la montaña. Entonces te contemplo bajo olas que se estrellan en el firmamento de aguas enloquecidas por el viento, rompiente que carece de sentido de sed agudizada. Los olivos nos dejan sin perfume de sacrificios llevados como espantapájaros al mundo porque los mañanas aún no me tienen logrado hasta la perfección de la irrealidad, porque tú no te ahogas en el pecado de Cristo, y todo se pone azul como palabras de veneración. Te conduciré a procesiones que no te avergúencen en las noches que son como blasfemias al transporte de la realidad; a los pájaros nocturnos como vigilia de ruiseñores bajo ventana de colores. Ya no te escurres de mis brazos invisibles porque te han llegado demasiado lejos y no me dejas en la pesadez que sacia. Tu flor no tiene ese color que te hace indefinible bajo el árbol de ramas febriles, como el mar de corales sangrantes sobre la yerba, extendida. Nos iremos alejando como palmeras bajo un mismo sol de Mayo desflorado en la noche de los sepultureros sin vidas que cultivar, pero debes sustraerte a esa realidad que te hace tan negativa o la pesadumbre que me deja como un niño sin voz. Te alejas de todas las cosas que antes te hacían visión desordenada de pequeñas satisfacciones humanas, con unos lentes y una viudez inventada. Te dejaré sin vida en mis noches que te hacen en verdad ángel de alas cuadradas, la tierra está volcada en mí como en un cubo. Nos quedaremos así a dos pasos de la muerte natural que proporcionan los sueños y muy lejanos para guiñarnos un ojo. El mundo se desboca hacia ti, como si no estuviera regenerado por el bautismo como tres lirios bajo la sombra de cosas irrealizables. Ni siquiera suspiras de suficiencia descontrolada y eres un devenir de música sobre los papeles. De tanto respirar ni siquiera te vuelves humedad de sueños que no te transformen en sometida. Te veré .en todos los corredores que desembocan en el vacio, más allá de las cosas que nos aguardan siempre por eternidades dormidas en los muelles sobre la desesperación. Te esperaré nos esperaremos bajo las aguas que el demonio no estrangula por diurnos y nos iremos juntos tomando pétalos incompatibles para conocernos mejor bajo bombillas que se sustituyen en calles cuajadas de perros. Tú

convendrás en que nos odiamos porque somos orgullosos de las tonterías que nos hacen humanos, siendo dioses destronados del cielo. Debes comprender que las muertes se suceden como presagios que no se colman nunca en penas ni lágrimas, ni rocíos del viento; debes comprender que las palabras se han vuelto una verdad humana dificil de compensar como un alero de palomas enamoradas. Tú ni me miras con tus ojos de muerta que camina hacia la gloria de mis vigilias, porque estamos distantes a dos primaveras y mucha realidad duerme aún en el pesebre de la Anunciación. Deberías irte de rodillas hasta mi infierno de luciérnagas y desposarte con una flor cualquiera que no trasnoche como las llaves en el jardín rodeado de espejos. Entonces vendrías a mí salvada de tantos obstáculos que te hacen bella. Deberías dejar de recorrer mis intrincadas esencias porque me estoy fatigando de tantos pasos bajo pupilas de angustia, porque no podemos irnos en el espacio tras las campanadas, ni quedarnos en el bronce de los fieles. Tenemos que procurarnos un ambiente distinto bajo el regocijo de saberte desconocida e inlíegada. Jamás tornarás frente a mis ojos que se quiebran como el vidrio en el niño emocionado. Tu deberías volver a angus-tiarte como antes bajo el penar de las almas felices, cuando un purgatorio sin fuegos quemaba las angelicales sonrisas de los condenados. Si perseveras nos hallaremos a vuelta de esto o de lo otro que no tiene cambio. Me está urgiendo parecerme a lámparas alucinadas quereflejan las yerbas amarillas bajo el estío. Ven para no quererte más inalcanzable en la flor celestial en una tarde florida de hundidos cementerios. Ya todos ríen con esa frialdad que dan los mármoles bajo las bóvedas, sacrilegios de gusanos como hombres de mil pies gastados y muchas genuflexiones; estaremos viéndonos en el espejo que son las mariposas del sol y no podremos irnos como los pájaros.

No podemos más. La vida pesa demasiado. Es una tristeza doblada en las cavernas que avanzan. La noche no se puede detener en una esquina cualquiera. Debe ser que a nosotros nada nos une, ni siquiera los pensamientos. Debiera irme como perro a la sombra de los casas, hurgando en los zafacones. Es imposible quedarse bajo lo azul y tenerte presente o estar triste. Trataré de darte otra silueta para imaginarte mejor. Todo quedará como árboles ardidos hacia los venas frías. Ya que estamos en el cementerio, un coloquio con los muertos confortaría. Aquí todo es igual, la tradición fría desconoce el sol de las transformaciones. Si miras a la derecha, nadie ultraja la humanidad del algodón, ni a la izquierda un chaqué crea odios. Aquí debimos haber nacido: la música siempre es escuchada, un viraje al Norte o al Sur para agradar con otra melodía, y no hacen falta oídos ni manos para templar cuerdas, ni aliento para estridentes sopíos. Todo es nuestro, un ritmo muy tuyo, muy de aquel, muy mio, y todo descansa en una igualdad serena. Pero ya estamos bajo el árbol elegido; nuestra primera incursión aquí termina.


© Freddy Gatón Arce

Lupo Hernández Rueda

Poemas de Lupo Hernández Rueda

DEFINICION DEL ARBOL

I

Es natural que el árbol abandone su cuerpo.
Mariposa de tránsito, venturoso existir
de la hebra pura,
el árbol que yo canto es una débil llama,
un alma vegetal que se elabora apenas.

Herida por el goce la savia, donde habita,
desnuda la corriente de su madera toda
para que un mar posible de sombras la sitúe.

El árbol sabe entonces,
que la raíz de aire de sus ramas
asciende, sostenida en atinada claridad de sombras,
de otra raíz oculta.


II

Canto el árbol a solas
en la sangre,
el árbol que se escapa
por la herida del cuerpo.

Canto el árbol azul de la ignorancia
que me recorre entero,
árbol de sombras sólo,
de oscuridad exacta.

Canto para cantarme,
para cantar el árbol en que habito,
la dulce morada solitaria del cuerpo que me tiene.

Canto porque deseo,
porque quiero vivir, amar,
andar libre,
sin peso por el árbol.


III

Cuando ama el árbol se deshace, huye,
proclama su levedad de hojas,
publicación de verdes regalados o canción diluída,
deleite de su rama carnal,
de su escondrijo de azuladas raíces en espera.

Cuando ama el árbol se diluye
en alegre corriente de la madera dulce.
Cuando ama el árbol del amor...

Hueco de soledad que te pronuncia a solas,
quizás, el árbol del amor duerme en olvido,
en apretada soledad más pura.
Porque el oro de mi risa no basta para llenar su límite,
se abre como un sol para ofrecerse entero cuando ama,
el árbol del amor.


IV

Hay almas que no mueren en las hojas del canto
aunque no encuentren otra manera posible de escapar,
aunque no exista otro refugio,
apetecido vaso, ardido recipiente,
olorosa unidad de carne viva que ocupe su lugar,
su desmedido espacio, porque una muerte existe
en cada hoja vacía de substancia,
y una huidiza llama.

Hay almas que se pudren en las hojas del cuerpo
por su origen oscuro,
porque después, pudiendo libertarse,
darse a todos, sin interés ni esfuerzo,
asumen la condición de pájaros comunes.

Hay almas que se nutren a la sombra de todos
con los apetecidos metales de la sangre,
de cuantos, humanamente sanos, confiados,
se acercan a su espacio para entregarse solos
a su gran apetencia.


V

Es posible que el árbol sepa entonces
que atado definitivamente al mar de soledad que habita
carece de toda libertad
para decir las cosas que humanamente vive repitiendo.

Es posible, oh Dios, crecer cada domingo en
desmedido arroyo de alabanzas.

Es posible, oh vida, que el árbol de la sangre se derrame
y el universo todo de mi isla sea pequeño para su inacabado límite.

Es posible, oh sangre, que dolorosas hebras
formulen una noche más honda que la nuestra.
Pero también, oh libertad, es posible
que el árbol conmovido, tomando agudas fuerzas,
-no sé de dónde-, acierte en una furia libertada
y con ello motive su justo crecimiento.


VI

Porque las raíces de los árboles todos
pululan en lo oscuro,
en el vientre crecido de la tierra.
Porque una lluvia de hombres se traduce
en finísimo polvo,
la tierra estará llena de raíces amargas,
de inacabados ríos de lágrimas.

La alegría de los frutos,
la rosa regalada,
la humedad de los huertos,
la fiesta de oro de los días alegres
ignoran la raíz, su propiedad de abeja,
porque la raíz es un árbol de sombras,
es un árbol de sombra rodeado de oscuro.

Pero todas las humanas raíces se aúnan
en un río de trabajo
en la noche completa del árbol.
Y la madre de todas, las amorosas madres
esperan una muerte, una ola de savia en fruto consumada,
su semejante amando, que respire unidad
en un río subterráneo interminablemente largo,
como una noche más en la noche de todos.



Como Naciendo Aún

A Luis Morales Peña

Como naciendo aún, sin descanso, contínuo,
interminable,
como un río sin bordes,
cae, se precipita, rueda
cada día dejando su negrura como polvo
en mi piel.
¡Oh, la desesperante levedad de mi cuerpo,
mi llama temporal, ni oleaje de polvo!
¡Oh, tiempo, ven, ocúpame, recórreme
por dentro, acógeme en tu océano sucesivo,
porque voy por tu herida deshaciéndome,
formándome de nuevo,
dehaciéndome,
hasta que por mí quedes,
definitivamente solo!


PEQUEÑO MUNDO MAGICO

Con el dios de mil tallos de sus hebras
formando cien anillos,
formando laberinto que cubre tus orejas
y rodea tu garganta, y cae
sobre tu espalda, suavemente;
y va rodando
múltiple, innumerable
sobre el incendio de tu cuello
el pelo tuyo,
pequeño mundo mágico
donde me pierdo, encendido.



CUANDO LLEGAN LOS MUERTOS

A Virgilio Díaz Grullón


Cuando llegan los muertos
y han llovido sobre ellos muchas lágrimas,
cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos,
se pasea la noche,
y la hierba crece como sus cabellos;
cuando llegan innumerables
y establecen su asiento bajo el pasto viviente,
bajo las catedrales
y los árboles,
sus cuerpos endurecidos crecen
en la inmovilidad,
en el umbral de la memoria
como un beso,
como una moribunda llama.
Sólo la sombra de sus vidas queda
sobre la tierra,
y el deseo
y el sueño de los vivos,
y el Tiempo que ni muere ni padece,
y la sedienta Muerte
como de una cuerda
tirando de nosotros.



POR EL VIRAJE BRUSCOY POR EL LEVE


A Manuel Rueda


Era la soledad,
la soledad sin habla y sin pupila.
De allí fueron las aguas,
de allí tomó la vida su elemento primero.
Lo inicial,
lo oscuro sin medida
asequible a todo lo viviente,
en su estar mudable y numeroso
procuraba una forma
No había lugar al árbol de la llama
ni al odio, ni al amor;
el cielo era sombra libre,
sombra espesa la tierra sin contornos.


II

Tal apresuramiento, tal alcance de premura
por el viraje brusco y por el leve,
en la seguridad de aquel encantamiento,
de aquella dulce alegría del nacer.
(Crecer es ir despacio haciéndose
una medida del vivir)
¿Dónde, oh, dónde estábamos,
qué hacíamos entonces,
qué milagroso sueño nos daba resistencia,
o qué piadosa muerte desatada?
Es preciso recurrir al corazón,
es preciso recurrir al amor para justificarnos.
(Vivir es tanto como andar sobre la tierra
aparentando una figura).
En vano, ay, en vano todo, amor,
en vano tu sueño generoso
y tu dulce madero consumido:
la noche espesa
y la libre
y la ambulante noche nuestra,
así como la inevitable noche de la muerte,
con brusquedad, ya dulce,
suavemente turbaron la sensación del vuelo.
Hemos quedado sin origen,
ungidos en eterna, generosa ignorancia.
Hemos quedado reducidos al corazón.


III

Fluye la noche,
fluye su persistente material,
su oro escondido,
su raiz.
Ligeramente, imperceptible casi,
cuando la agotadora sed del corazón
prefiere las tinieblas,
el fiel olvido en la llamada
de los labios que se fueron.
Bienaventurados aquellos
que pueden andar serenamente,
porque hay alegrías donde los caminantes
se hunden para siempre.
Hay un hermoso mar,
un claro cielo que justifica este existir
y un deseo precipitado en el oscuro espacio
que le tiene al reino solitario del cuerpo sometido,
y una insistente noche
y una muerte como un árbol,
porque este aire pesa
y esta piel
y estas uñas
y estos dientes
y esta lengua pesa
y este pelo dormido largamente,
y este andar,
ay, este andar así, a oscuras.


De "Círculo y otros poemas, Antología poética de Lupo Hernández Rueda", edición y prólogo de José Alejandro Peña)


© Lupo Hernández Rueda