sábado, 5 de abril de 2008

Víctor Bidó

Víctor Bidó
(Santo Domingo, 23 de Mayo de 1959)
Libros Publicados: Cuaderno de Condenado (Biblioteca Nacional, Colección Orfeo,1986), Poemas de la Tortuga (1994), Suma Presencia (2000)





EPILOGO DEL RUGIENTE


¿Hay modo alguno de ventilar
esos graves designios?
La escritura puede ir más cerca,
un poco más a seguir días,
mirando la torcida calle
por donde las gentes guardan
sus envidias y discordias;
verlos sonreír fofamente,
anhelando ocultar su propia oscuridad.
¿Qué será del viejo rugiente?
Ese viejo ser de mínimas hierbas,
atolondrado,
hilachándose por alcanzar
dos calles al sol;
confiando que en sí se abrirá el abanico,
se morderá el impúdico labio
de una extraña.
No opina sino descarga,
grita anidándose en su imaginación.
Dejando pasar lo que nunca
se atrevería a repetir.
Camina por la calle agujereada de luz
apretando el paso cuando el miedo
corta su paz.
Sigue así como un carbunclo,
como un animal precioso que nadie toca,
que muchos han herido,
batallador de una sola guerra,
el mismo en las múltiples edades,
en la misma cárcel del sueño
su espada,
el verbo que se olvida,
fugaz como un blasón
que está enterrado
bebiéndose el agua.
Va el rugiente cancelando
su voz por sostener un castillo de cielo,
un perfecto ademán,
un amigo
como una cabellera amarilla en la cartera.

Ruges y no te oyes,
saltas y eres inmóvil.
Milagros esfumándose
en el designio verdeante ventana.
Gracias y desengaño
viene
y un carajo
es un justo prendedor
en la noche que nadie
le importa mitigar.


El Mundo Salvado

El mundo estalla a mi antojo
frente al papel que aniquilo de tanto amarlo,
en estalactitas fibrosas
marcas los largos galopes de este lápiz!
La mancha, como ornamento insulso y moroso,
me descubre un arroyo de rayos
en la pendiente de una mujer.

En su valle pavoroso de nubes sagradas
tiendo el cuerpo como acariciados aerolitos
que me dan penas y locuras hambrientas.

Si mundo eres, sobre ti cabalgaré hasta la inocencia;
será un triunfo sobre tu descuido.

Arrojaré la carne de mi porvenir
en el paño sudoroso de la sombra que construyes.

Mi lecho carga cañones del ansia
en cada cuerda que el mundo brinda.
El mundo no estalla porque tú lo salvas
de la garras que yo he armado;
eres mi cárcel y mi victoria
en el llanto de este lápiz.



{Del libro Cuaderno de Condenado}




Elegía de la madre que se va


El hueco llama desde el rondo
y mamá se va de viaje
y mamá llora desolada.

El silencio aguarda las lágrimas
y he de contemplar las atribuciones.
Quedo sacrificado al deseo,
atónito ante la impotencia
o el cuerpo herido de mi cuerpo.

Los puños se crispan y de ellos
una llamarada, una cuerda oscila
entre el pasado y mi derrotado presente.
La cuerda me llama a la consumación,
en su anillo un torrente de madres
crujen como un cristal.
Yo tan inane vuelco la desgracia
con un golpe en el aire,
como una imprecación baladí.

El hueco llama desde el rondo
y mamá se va de viaje
y mamá llora desolada.

¿Cómo abrirme las venas pobladas de sollozos?
¿Cómo no herir el ojo indiferente?

Hay tanto dolor en una madre desolada,
tanta la violencia que morir es una ofrenda.
¿Cómo batir el impulso cuando se desgarra el alma?
Estas piedras son testigos,
piedras encendidas que se pudren
de tanta angustia.

Ya sabrás mi cuerpo el dolor
de una madre que llora desolada.

Lo peor, ver partir a mi madre
cuando el hueco llama desde el fondo



[Del libro Poemas de la tortuga]



Monólogo de la tortuga I


Es un caparazón como el cielo mi espalda
y mi pecho siempre contra la tierra, puedo
esconderme en el cuando la incertidumbre
me cobija, cuando los fuertes amenazan ahogarme,
sin embargo me ahogo sin morir, más los tiempos
no me olvidan, y sigo lentamente mis cavilaciones.
Muchas veces, como un sofista, retozo con mis
creencias hasta más no poder y siento una biografía
celeste en mis patas.

Soy milenario.

Me río irónicamente del drama de los hombres.
Paseo por el Nilo, Grecia, Cataluña, París, Santo
Domingo o Moscú; para mi ningún sitio es lejos.



Oda a la mujer


Mujer,
desde tu ventana se ven las espadas marinas
de los enamorados perforados en la guerra,
ellos traen torcidas armas que jugaron a los
naipes del cielo, sin sentir la muerte en
sus sombras cruzaron el ala nocturna: ellos
devuelven el sudor amado de tus brazos, el
reír hambriento de tu pecho
como ráfagas de fruto en el corcel de la
mirada de un niño feliz y muerto.

Mujer,
saludos, palmadas, retiro, memoria de abejas,
cristal de niña de furia dejan en los abalorios
aquellos que sacrificaron la esperanza
para darte la vida en la brevedad de la
caricia. Oh, eres: verdor del trueno en los
campanarios del verano, en ti esta el humo
de tus amados muertos.


[Del libro Cuaderno de Condenado]



La morada


En la ventana el cigarrillo
con el hilo azul de la moratoria.
Opuesto al otero y a la infancia
busco el Tao.
Posiblemente la volátil sensación del alma
en el inmueble de las donaciones.

El ojo en el cadalso.

Lo inexplicable salva el mundo.

En la calle los automóviles
y la sonrisa puntual del reloj
y, como una muchacha desengañada,
la tarde campanea por las paredes.
La siento como un anatema en la memoria.

(Cierro la taza la hierba y la esquina
como un precipicio)

El mito resurge y saquea.
En la lluvia se pasea el instante
y no percibo los muertos de mi genealogía.

Un salto, el cigarrillo ha quemado
el borde de la ventana; estornudo
y una mujer junto a la puerta.

¿Cuál será mi morada?



[De Suma presencia]



© Víctor Bidó

César Augusto Zapata

César Augusto Zapata
(Santo Domingo, República Dominicana, 1958).

Libros Publicados:
Acrobacias del Ser (1991), Jardín de Augurios (1995), Un Nuevo Día Ayer (1996 , Prosa), Poesía Junta 1989-1999 (1999).-


Poema Poesía Propathos


Con su antiguo vestido que al rasgarlo se rehace
huye del ritual al sueño
la palabra que expulsada no quiere decir
sino ser
Desterrada del mito se hace enigma
Es otro mito su transparencia recobrada
El poema revela lo que en su revelación oculta
Con mil ojos la poesía mira desde su intención dañada
No quiere decir sino ser y por eso se desgarra
El sentido está en las laceraciones
donde la palabra quiere ser
El poema limpia sus heridas
cuida sus vacíos
la aleja de perderse en lo nombrado
lívido temblor ante el espejo
La boca del hombre jamás
descubrió el origen de lo dicho



Ausencia de Milton

La rosa única es ahora el jardín
donde acaban todos los amores.
T. S. Eliot.

El jardín es rosa única
Luz sólida
belleza atrapada en el lugar de la agonía
inextinguible celada de otra vida
augurando un agua imposible para los mortales
el otro río que perseguido va en las venas
Nada más hay en un mundo desolado
la rosa aprisionada por lo bello
la rosa con su olvido
lo que persiste después de los amores muertos
abandona bajo el vértigo su perfume
Alguien se abraza a su memoria de agua
son pedazos de corazón estos pétalos
adentro de la rosa alguien se muere


Breve Poema Circular
Para leerse en la tumba de Borges



Quizá cuando Dios miraba
a su Rabino allá en Praga
otro Dios o cosa a Dios miraba
y ni el Golem ni el Rabino ni Dios
sabían nada
de este eterno repetirse en la mirada.


Icaro caído

El sol ha vuelto a ser un joven ojo sobre mi sombra
Otras puertas perdidas y cerradas no sonríen
Y un rumor de bestia confunde los oráculos
Alcé vuelo una mañana y es la tarde
Sobre esta piedra dura que repite voces
Cansado de alas he caído de la luz
De un laberinto a otro menos solo
Adentro hago chillar la bestia que me habita
Pequeños abandonos me circundan
Ya no veré a mi amada con su traje de oro
Ninguna libertad tiene sentido sino es dicha
A esta hora cae un pétalo al estanque
Y grazna un pájaro silvestre
Mientras espero por el abrazo
Que al fin me ponga afuera
Con las recuperadas maneras de morirme.


Para entender vacíos

Estar en la realidad es un misterio
Pararse en la ventana y ver el día
Volver sobre los pasos de aquél otro
En donde han muerto verdades mías
Azar que se construye en el delirio
De sabernos despiertos todavía
Por qué lo perdido se hace piel
Cuerpo de goce en el martirio.


Reunión del cuerpo fragmentado

Pensar es ya decir .

Quien la carne habló primero en una hora
Supo hendir el abismo, Eco inaugurar.
Estuvo solo más que antes,
Frente a la cicatriz multiplicada.

Solo el primer hombre que nombró la soledad:
¡Levedad, profunda levedad!

Hundida la espada a fondo, mana el agua.
Después que habló el mortal
Todo lo que digo ya es escombros,
Deshechos sonando, engendros, aire.

Qué dios ebrio puso en el barro palabras como uñas
Para destruir lo que en su lugar era una cifra.
Soplar sobre el polvo que llamo ayer y se disipa.

Volver a empezar es una hermosa quimera.



Lo dicho como apropiación del destino.

Nadie más que el verbo en el acto de ser está siendo
Los demás seguimos perdidos entre las cosas, en la mudez,
En la duplicación fingida por la palabra.

Todo misterio es decir.

Más allá del sentir
Otras existencias ocupan sus dominios en el cuerpo.
Un infierno se abre en cada letra.

Arden mis labios, mujer, quieren decirte por entero
¡Tan completa! ¡Tan completa!
Aire y letra jamás serán tu cuerpo.



Érase el silencio


Olía a voz la luz vagando por el aire.
Palabra sin hombre que hace imposible
La visión de los pequeños mundos.

No descubrirse sirve para entender los misterios.

¡Oh lenguaje, oscuridad significante!
Abundancia que aún no significa.

Alguien aprende a ocultarse bajo la luz,
Pero es tan distante el mar,
Tan lejana la imaginación....



© César Augusto Zapata

Dionisio De Jesús

Dionisio De Jesús
(Juan Sánchez Ramírez, Rep. Dominicana, 24 de marzo de 1959).

LIBROS PUBLICADOS:

Axiología de las sombras, Santo Domingo Editora Universitaria, 1984; Oráculo del suicida, Santo Domingo Editorial Santo Domingo, 1985; La infinita presencia de la sangre, Santo Domingo Impresora Giofraf, 1989; Celebración del ausente, Santo Domingo Editora Amigo del Hogar, 1991.


Así se destempló el acero


Un golpe de oscura luz entre los labios
El mar rabioso azul con música tibia
Y una rosa lejana como el misterio
La nieve del corazón con un olor a dios inválido
Un niño reconstruye su vida

En la terrible belleza de unos senos
Toda la cruel alevosía de la tarde
Abaten la borracha muerte del poeta
Sólo en el espejo guardamos la horrible mitad
La forma de cadáver que transita los sueños.



He levantado el cáliz


He levantado un cáliz para brindar por el que nunca
fue. Por el que se ha escondido en el borde de su abismo
a fornicar silencios. Por el que no perdona ni
venera padre ni madre. Por el que siempre da un paso
en falso. Por el que fue no-ser. Por el que ha vivido
eternamente en la derrota. Por el que quiero ser suma
inútil de rostros en los espejos



Mis antepasados


A Pedro Peix


Ellos nada tuvieron que no fueran los trámites de la muerte
Unos asieron sus memorias a las aguas inmensas de los siglos
otros como Ulises desoyeron los dioses para retener sus
taciturnas tristezas
Para algunos suyos eran los caminos del oficio de las sombras
Mis predecesores que cercanos estaban de las estirpes
De polvo y los borrados sueños.



Mujer que apenas sueña


Naufraga tu anciano ser entre pétalos de sombras
Cuando la soledad ordena a tu pretérito corazón
Que entregues rosas desfiguradas a los hombres
Dentro de ti mataron un jardín de ojos en el eterno otoño
¡Oh terrible azucenas de la soledad inevitable
Por qué le das vendimias al que puebla silencios!
¡Oh impenetrable muelle de la amada cuando sueña su muerte
entre cielos furtivos!



© Dionisio De Jesús

Manuel García-Cartagena

Manuel García-Cartagena (Santo Domingo, 1961) es Doctor en Letras Francesas Modernas por la Universidad François Rabelais de Tours, Francia, donde su tesis titulada «Enjeux du “Je” dans les romans des surréalistes» ("Las apuestas del “yo” en las novelas de los surrealistas") obtuvo la mención “Très honorable”, y la recomendación del jurado para su publicación. En esa misma universidad ocupó el puesto de Lector de Español, de 1992 a 1995 y, en 1996, fue nombrado Agregado Temporal a la Enseñanza y a la Investigación. De regreso a su país natal en 1997, ejerció durante varios años labores docentes en varias universidades dominicanas (INTEC, UTESA, UASD), así como en la Alianza Francesa de Santo Domingo. Actualmente es el Editor de Lengua Española y Literatura de Editorial Santillana en Santo Domingo. Narrador, ensayista, traductor, poeta y crítico literario, ha publicado tres novelas: Bacá (2007), Historia de Almueje (1999) y Aquiles Vargas, fantasma (Premio Siboney de Literatura de 1986), un libro de cuentos: Historias que no cuentan (2003), cinco libros de poemas: Mar abierto, 1981; Poemas malos, 1985; Palabra (Premio Siboney de Poesía de 1984); Los habitantes, 1985. En 1984, la Fundación Cultural Dominicana publicó su traducción al español de la versión en lengua inglesa del poema Almost at the end, de Yevguéni Evtuschenko bajo el título Fukú.


À mon condor


Mientras llega tu mañana, rompe con todo;
sé tan sólo tú, aunque pagues el precio
de conocer el vacío que vive en cada sombra.
Sal de ti y ponte a amar
la primera forma bella que a tu paso encuentres.
Habítala sin dudas: tu deseo nunca miente.
Aléjate de quienes, por envidia o por prudencia,
intenten frenar tu marcha.
Conserva un buen libro, un par de amigos,
el amor a lo bello y tu inocencia.
Después vendrá la orden
que te hará morder el polvo,
y te verás cambiar hasta no reconocerte.



Consuelo para gotas


Camino del lago con su cuerpo a cuestas,
para al fin ir a perderse entre burbujas y peces,
ya suelta, casi pateando, un último quejido.

Al aire ella llamaba su máxima locura, y avanzaba
entre cardos y escolopendras, dudando,
pero qué brillo perdían cada vez más sus ojos.

Esa gota tuvo un día conciencia de ser agua,
y en el lago pensaba resolver su destino,
como alguien que escribe una vida ajena.

Hoy acude, ya sin prisa, a su última cita.
Mañana, sólo el agua la echará de menos.



Nadie está a salvo


Brilla, estrella de la hoja,
gánate esta noche peluda de gritos
sentada en mí como una visión,
púdreme el deseo.

Brilla y llévame de vuelta
al país de pensar la cárcel rota,
la tarde sin ventanas y la fiel amante.

Brilla y ruge loca de dominios,
verde en disparates y aviones miopes:
como una viuda alegre,
brilla más en tu tristeza.

Destruye la unidad y vive sola,
triúnfate en la muerte del poema vivido.



Magma ebrio


Mi cuchillo está enfermo de techos que se mueven,
y mi pobre noche llena de naranjas muertas,
llorando globos rojos se va yendo al paraíso.
Mi valium baila ahora un verde en mi barriga,
mi cuchillo se ha clavado en un pecho inmóvil.
Este es el que mató con un cuchillo a sus orígenes,
sin cenizas que poblaran de nuevo sus venganzas;
coleccionista edipo, árbol rayado en sus nubes,
toda ley sangra, todo pecado ayuda.

Este soy, el cuchillo que cena con las cosas,
la quimera con lentes de barro loco, el mundo.

Mi triste cuchi yo, el pan del génesis,
la sangría, el velo, resquicios lentos,
mi carga mala ya está inválida de los ojos
para arriba, y mi feudo cerrado al diente ardiente:
una cama que late, una espalda mordida.




Centro del mandala



Alabado sea tu hoyo, cosa que vive,
grande es el humo que no me llega,
todo lo que te late me palpita y tumba
armándome vencedor de los quicios rotos.

He aquí tu himen, amada muerte,
por él maté a las últimas
manos que me saludaban.

Alto como el mejor asesino,
mentí mi vida
mientras el mundo me veía
crecer y hacerme.

Ahora en tu boca pasto y bufo,
duermen los buitres que merodean mi lengua,
no hay desiertos tan dulces
como tu cueva.



Sutra # 255521589722118662


El tiempo de la carne es el tiempo del dolor:
la voz abierta como un chorro,
en los ojos las pisadas de un pensamiento
que se niega a existir,
el grito decapitado que se oye a sí mismo
mientras cae en su cabeza.

Todo el tiempo de ser es el de inventarse,
y el tiempo de inventarse es el tiempo del dolor:
tan sólo un río que se seca en otro río,
tan sólo un tiempo sumergido en otro tiempo.

No hay victoria para aquel que triunfe sobre el deseo.
El río sigue,
la corriente continúa mostrando su mismo rostro.
Nada es igual a la Nada en el fondo del tiempo.


© G. C. Manuel

Médar Serrata

Médar Serrata
(Santo Domingo, 23 de Octubre de 1964)
Ha publicado: Las Piedras del Abaco (1986), Rapsodia Para Tontos (1999.


Las Piedras del Abaco.
Canto uno


1


¿Y qué fue de aquel hombre que se marchó a Nod
la tierra de nadie
que se marchó al oriente de Edén
con toda su culpa una tarde
que partió cuando el crepúsculo
extendía su azul sediento sobre rocas
y las últimas bestias salían
desafiantes y desnudas a matar?

Porque iban desnudos los primeros hombres
la tarde que vencieron el vértigo azul
en sus embarcaciones rústicas
y sólo azul y vértigo eran sus embarcaciones
ramas de la sangre paleolítica
con la que un hombre
hizo del destino de los hombres
una quijada de burro



2


¿Es éste el botón que basta como muestra
la trivial razón de que exista el miedo?
Busco en mi robot al duende que camina
extraer de su temblor un hueso portentoso
el sol de ese nadir la verde oscura
dulce luz que al pasar me dejó su sombra
“Era el ejército de los bárbaros
que avanzaba hacia Cartago”
Acaso un mecánico temblor en su osamenta
porque sombras las hay leves que queman
y lentos metales que no sudan
Era el rabioso torbellino de los mercenarios
¿Y quién se mantendrá firme frente al cerco
resguardando con sus uñas a la Acrópolis?
¿Dónde está Amílcar?
Era la colina de la Acrópolis
temblando ante los ojos llenos de ira
de los mercenarios
“Haces bien en dejar correr tu cólera
como un carro que rueda cuesta abajo”
decía a Matho el antiguo esclavo Spendius
y Matho cazaba buitres en las afueras de Cartago
contemplando impotente sus pétreas murallas


3

¿Y qué fue en fin de quien tomando a tientas
mi silencio dorsal insulso
el ojo dormido bajo mi ojo despierto
vino rastreando este minuto
en que el cuchillo y su carne se concilian?
¿Qué fue del que talló esta mano con la cera de Dédalo
su sombra recogida sobre mi risa más oscura?
¿Y qué del que puso la intención en esta mano
hundida fiel feliz hasta tu cuello?



4


Alguien arrastra a tumbos su sombra
por sobre el ruido de los autos
alguien que tiene un odio con caras
y ostenta cicatrices sonoras
alguien con dobles en todas las vitrinas
y una niña desnuda sobre ojos convulsos
un deseo enfermo y pervertido
un cuchillo con santo y señas
un hermano del que no es guarda
una herida que busca su rastro
y se reconoce a la luz de la sangre
Oh dolor prehistórico del hombre
y dicen los viejos que vino del este
pagando una culpa


5

Yo anduve despacio entre las cosas
cuando todo tenía nombre y adjetivo
cuando era imposible asumir la palabra
sin poner en juego sus objetos
Yo anduve muy despacio entre las cosas
impregnándoles mi hedor de asceta transitorio
y todo lo ajeno era mío
porque cada magnitud tenía su nombre
y yo era dueño de los nombres
de todas las cosas



6


Recuerda esto Enoc hijo
no hay pronombre más triste que ninguno
La noche empieza a ladrarnos sobre las cavernas de Nod
los hombres no regresan con su presa
La noche es la última esperanza que le resta al miedo
los hombres han de estar cansados
La noche es hermosa como huesos de mujer
limpia como el hambre que afila sus formas
los hombres Enoc
no ha sido gratuita esa flor
quemada por la sangre



7


Leche solar
A esta hora en que todo parece posible todo es posible
hasta entrar en la estancia de tus ojos como Pedro por su casa
oscura estancia de tus ojos donde Sócrates
rechaza la copa de cicuta
mientras la ciudad
abre sus puertas de arsénico al suicidio
¿Qué apócrifa demencia?


8

Hermosa la conciencia mal sentada
¿qué mano es una cosa abierta sorpresivamente
si deja caer al agua un cielo albino
el dedo pensante sobre la sien
su trágate este gesto
tantísimo gordo peyorativo material?
Uy pájaro-niño mojada pelambre
jugando sin reposo
¿Qué mano es esta cosa abierta sorpresivamente
buscando en un juguete al duende que camina?
Cristóbal Colón no partió de Puerto de Palos de Moguer
sino de la más ostensible de las miserias humanas



9


Oh dolor prehistórico del hombre
Oh sol de las tardes tropicales de los llanos
donde los primeros hombres
salieron con sus palos a matar
Dicen los viejos que es imposible
cercenar en segundos un hambre de siglos
pero entonces
¿qué fue de aquel hombre que se marcho a Nod
la tierra de nadie?
¿Qué fue de Caín el desterrado?




La permanencia


Reflejo de su propia imagen es el cuerpo
ventana a lo inasible
presencia que es estorbo
atropelladas formas que el calor desata
ruinas
basurero sin fin donde echar las edades
Quizás un hado adverso en vilo lo sostiene
le otorga larga vida propiedades
pasión por las quimeras
por eso sobra todo cuando nada nos falta
y una espada hecha de fuego una espada
encendida cierra el paso y un gran árbol
veloz como la dicha es el deseo
Quizás permaneciendo es como se destruye
por eso sangra más la herida que no ha sido
y el hombre se desploma bajo el peso de su sueño
Derribado así sin advertirlo
arrastrándose entre seres que no le conciernen
-el labio de la esfinge las naves la escalera-
¿cómo alzar su mano para tocar lo puro?
¿Y qué cosa es la pureza -tú que lo sabes-?
¿Qué poderosa voz traza los límites
y una espada encendida pone frente al árbol?




© Médar Serrata

José Mármol

José Mármol
Nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1960. Estudió filosofía y linguística aplicada. Profesor y coordinador de la cátedra de filosofía en prestigiosas universidades dominicanas. Fundador y director de la Colección Egro de Poesía Dominicana Contemporánea. Ha publicado los siguientes poemarios: El ojo del arúspice (1984), Encuentro con las mismas otredades I (1985), La invención del día (Premio Nacional de Poesía 1987), Encuentro con las mismas otredades II (1989), Poema 24 al Ozama: acuarela (plaquette con grabados de Rufino de Mingo, Madrid, 1990), Lengua de paraíso (Premio Pedro Henríquez Ureña 1992), Deus ex machina (Premio de Poesía Casa de Teatro 1994y Accésit al Premio Internacional de Poesía "Eliseo Diego", Excelsior, México, en ese mismo año), Lengua de paraíso y otros poemas (1997) y Criatura del aire (1999). En prosa ha publicado Monografía sobre Rufino de Mingo (en colaboración con José David Miranda, Madrid, 1991), Etica del poeta, escritos sobre literatura y arte (1997) y Premisas para morir, aforismos y fragmentos (1999).


esquicio del vuelo


voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.



poema 24 al ozama: acuarela


superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el ozama empieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal. bañarse de símbolos a la playa de las aves. de los peces distantes. de las olas vidriosas y el color de la sal. a la playa de los seres. de los niños. de los perros realengos yo no voy. me quedo en esta playa innombrable del lenguaje. en esta que inmóvil me baña de sonidos. en esta que compone. en esta que ha engendrado razones de color. en la playa de los símbolos me solazo y desgonzo. en la playa que se expande por tu boca cuando me hablas.



Deus ex machina


Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y al agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma las celebraciones, la obediencia y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano. Idioma de los dioses De ti, como de un río, adoro cuanto fluye. Volando y danzando como los dioses hablan. Amo tu rápida presencia, única manera de pasar, transfigurando en vuelo la quietud y la espera. Idioma poderoso del mineral y el árbol. Néctar salobre de las venas abiertas y miembros destajados en torno a la deidad. Palabras innúmeras con las que atemorizo y a la vez encanto las huestes de la noche y escuderos del día. Voces muy alzadas en sus puntas de roble, con las que canta el mago, gobierna el azar y predomina un orden geométrico de hielo. Grande la ocasión en que algo se consume y con su muerte alumbra y destapa lo esperado. Ahora canto y bailo y salpico de luz las brechas de la sombra entre las llamas. Volando y danzando, como los dioses hablan. Del aire me sostengo, el universo en mí se apoya, gira espeso. Mi verso ha domado al vellocino de oro y ya diezmó mi brazo a los jinetes bravos, a cuyos restos doy mi canción y mi otra espada. Grande la ocasión en que todos danzamos, como dioses mirando la miseria del reino. Palabras que brindaron alma y cuerpo a las ciudades. Soberano idioma, lenguaje de las piedras, del laurel, del río adormecido en sus meandros; alfabeto de grutas intocadas, de lagos suspendidos y pájaros mudos henchidos de placer. De ti, como de un río, adoro cuanto es y ya no es y se transforma y pasa y queda suspendido. Oh idioma venturoso de los labios y las manos, de las praderas altas, los barcos diminutos, la cruz centuplicada en un mismo sendero. Oh danza de las danzas, con que los dioses cantan y bailan y nos llaman.



Retrato de mujer

En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.



Estación de invierno


Nieva dentro de mí, debajo de la carne y en la pared urgente de la soledad. Afuera, sin embargo, es día claro y nieva. Yonkers es un tráfago de torpe lodo gris, de techos amarrados a un silencio indescifrable. He tomado con sigilo mi tren hacia el eterno, sin que vagón alguno respire olor humano. Minutos después, un grupo de jóvenes árabes me cerca; hablan en su lengua gutural y baldía, surcada de polvo, torbellinos y sables, pero el cántico infeliz de los rieles me ha salvado. Era tarde. Arreciaba el milagro de sobrevivir a las facas del odio y la opulencia. Oré a la niebla y al bosque de la noche: en ellos se aposenta el dominio sagrado. Ya no temo a nada en el vajido de las rocas; hoy me reconozco viajero de la muerte. Acrece la cellisca y la humedad lo es todo. Nieva todavía en el cauce de mis huesos. Afuera, sin embargo, el hielo ha disipado su imponencia letal y los niños redimen urgentes esperanzas. Nieva por los bordes de mi meditación. Hace calor aquí; el trópico me alienta con tan sólo evocarlo, y las manos desnudas de una mujer me cubren. Afuera, sin embargo, es noche honda y muerte, y mi estación no existe, y el tren no se detiene en su viaje al invierno.



OTRA VEZ UN POEMA


cada palabra es una flor que aborrece su forma y su olor
desprecia. cada flor es una voz. un lenguaje abierto
a la piedad. al amor. al tedio, un cosmos reunido en una
breve mancha nacida para el aire. tímido latido del
inmenso letargo celestial esa flor. un vagido tal vez de
algún dios corrompido. por la estirpe de barro soplado y
su alfabeto. cada palabra es una flor que aborrece su
forma y en el instante queda.



AL NOMBRE DE ALGUNA MUJER


tu cuerpo es un deseo de ti por todas partes. tu cuerpo es
un imán tensando mis rodillas. eternidad de un día
desde la que borracho de urgencias me disuelvo. fugacidad
con brazos para estrecharme a un fuego. tu cuerpo es
una flor brotando de un espejo. un temor con esperma
recogido en el vientre. la pelvis una playa que agrupa
un mar de besos. tu cuerpo es un recuerdo que no tiene
pasado. permanencia del agua en racimos de unas
horas. tu cuerpo es la noche con su nada redonda. el
sonido. el metal. la soledad. la campana que hincha
la neblina sobre las viejas piedras de la catedral. tu cuerpo
es un deseo de ti por todo el tiempo. escasos los
dedos. tremendos los ojos y unas ingles llanas de las que
crecen nubes. tu cuerpo es una música para nunca
tocada. tu cuerpo no amanece. tu cuerpo inventa alas.
azul en lo azul. desde lo blanco blanco. voz en la
voz y por el viento soplo. tu cuerpo es un deseo de ti
por todo sitio. tu cuerpo es una danza de ti si el
piano flota. tu cuerpo es un reclamo de amor en cada
gesto. tu cuerpo es un deseo de ti por todas partes.



PENSAMIENTO


para qué preguntar por la salida si la entrada fue un don
de lo desconocido. para qué los intentos por descifrar
la vasta superficie de un milagro. para qué presumir
sabiduría y dominio. sabio es el viento que no tiene
memoria. que sólo cuando pasa es. que pueda pasar
iracundo o tierno. sabio es el viento. uno de los cuatro
elementos en el sueño. y no lo sabe nunca. y nunca lo
sabrá.



ABDICACIÓN


Dios es como el fuego, cuya pasión redime,
Como el viento poderoso, cuyo ardor desnace todo.
Dios, temor y fuerza de seguirle o acosarlo,
Como el tiempo, como el sueño y como el baño santo
de las termas paganas.
Es como un fuego Dios, su amor devora y crea.
Dónde a Dios buscar sin vano desafío?
Sea en el prodigio de tu cuerpo y tu voz,
En el quejido lento de animales y brisas,
En la distancia unida por las hierbas y las piedras,
En los repliegues suaves del mar, que es piel del cielo
O en la muda palabra de una oración estéril.
¿Dios, perpetuo buscarse,
Forma transparente de lo que nunca es?
Es como el agua Dios, cuyo beso nos pudre,
Cuchillo destapando el centro de los sueños
Y si más hondo el filo, más fecundo, más brillante
el animal que acude.
Dios es el tormento de creer o descreer,
Dimensión de lo enorme y lo nimio simultáneos,
Sentido de lo ágil, lo inasible,
Equilibrio inmutable del designio y del azar,
Contenido sin esencia a no ser la de mi voz.
Dios ya no enferma. Dios, cuyo destino le aterra
y desconcierta.
Dios soñó entonces con cuerpo de vestir,
viandas sobre la mesa,
Con cuentos de niñez (porque ha de ser terrible
haber nacido inmenso).
Dios es como un canto, cuya vocal se ahonda
Y va ganando plenas distancias eco adentro.
Dios, el que ama todo sin conocer ternuras,
Sin haber sido limpia superficie de un beso.
El iracundo, el sobrio, el que ha llorado ráfagas
de insensatez y tedio.
Es como el fuego Dios, cuya pasión consume,
Como lluvia torrencial, cuyo crimen fecunda.
Dios es como el aire, sin ser visto abraza todo,
Dios es como yo y en mi palabra quema la luz
que lo refugia.



© José Mármol